Tres relatos y una carta de Kafka sobre el conflicto generacional


     El conflicto generacional de Kafka con su padre va a estar presenta en tres obras importantes: La condena, La metamorfosis, y El fogonero, obras que pudo publicar en un solo volumen con el título «Hijos»[1], por cortesía del editor Kurt Wolff (cf. carta a Felice del 1-V-1913).

Su primera obra extensa concluida fue precisamente La condena (Das Urteil), entre el 22 y el 23 de Septiembre de 1912 de un tirón: desde las 11 a las 6 de la madrugada (de antes son  las contemplaciones y los relatos breves con de la lucha y el ebrio). En ella Georg Bendemann escribe una carta a un amigo de la infancia que ha probado fortuna en Rusia, es negociante. Después de una cierta prosperidad, empieza a decaer. Su destino parece ser la soltería. A esta persona, al amigo, piensa Georg que se le debe compadecer, no ayudar, pues ha errado su camino. Es como si Kafka hablase de sí mismo y uno de sus posibles destinos. El amigo ni debe ni no regresar. Así siempre en Kafka. Con un amigo tal solo es posible mantener una relación epistolar al margen de noticias reales. Georg vive también como negociante, y con su padre, muerta la madre, El padre es ahora menos tiránico: eso hubiese deseado Kafka. Su negocio va mejor que el del amigo y encima tiene novia y va a casarse, y todo ello llega a un punto en que decide comunicarle  la verdad al amigo. Tal la carta del principio. Hasta aquí todo normal: el relato gira entonces bruscamente: cuando va a pedir consejo al padre éste le acusa de fantaseador: tal amigo no existe. Y le acusa él, Georg, su hijo, de que no le ayude en el negocio, él ya está viejo, y al parecer fracasado. Georg obvia todo ésto y decide acostar al padre, hecho que él se toma como un deseo de matarlo: no me tapes, le dice. El padre acusa al hijo: el amigo (imaginario) habría sido para él un hijo predilecto, por eso Georg lo traicionó, al amigo.  Y también a la madre (ésto sólo se explica desde un punto de vista edípico). Georg quiere matar al padre y casarse con la madre. El amigo imaginario al que traiciona es el mismo padre: la novia, la madre. Esto funciona cuando el mismo padre dice que el amigo no ha sido traicionado, él es el representante aquí. Padre-amigo. Y recrimina a Georg que es un hijo muerto. No hacía falta que fuese un buen negociante, lo habría querido por igual. Y le acusa de alejarse de él. Pero el amigo está muriéndose, le dice el padre. Georg es a los ojos del padre no el niño inocente que fue sino un ser diabólico. Y le condena a morir ahogado. Entonces Georg sale de casa y se suicida, se tira a un río, como el volver a nacer, el sumergirse en la placenta de nuevo. Permanecer infantil.

      Brod comenta que Kafka conocía bien las teorías de Freud, considerándolas sin embargo una descripción solo aproximada, que no satisfacía el detalle, el latido del verdadero conflicto. El mismo Kafka dijo a Brod que el momento del suicidio lo escribió pensando en una eyaculación. El elemento sexual se filtra adecuadamente con lo psicológico, tensional, con el complejo de Edipo. Sin embargo el carácter hermético de las obras de Kafka es en muchos momentos debido a su fuente de origen: el inconsciente, los sueños. En el fondo las tensiones de la vida de Kafka. Él mismo comenta este relato. El 2-VI-1913 escribe a Felice que ni él mismo le encuentra sentido al relato. Su intención era «describir una guerra, un joven que debía ver desde su ventana cómo una muchedumbre avanzaba a través de un puente, pero luego, ya manos a la obra, todo me salió distinto«. Sin embargo los nombres tienen una curiosidad que observa el mismo Kafka: Georg tiene tantas letras como Franz, así también Bende tiene igual número de letras y mann sólo es hombre en alemán. La novia de Georg se llama Frieda (como la del Castillo) que tiene tantas letras como Felice, y la misma inicial. Y Friede en alemán es paz, como Felice es felicidad. Brandenfeld es el apellido de Frieda: Feld es campo relacionado con Bauer que es campesino. Estas cuestiones filológico-psicológicas pueden ser relevantes, pero en todo caso se quedan en la superficie. El 11-2-1913 había escrito en su diario que el amigo es el lazo de unión entre el padre y el hijo, el ser más solidario con ambos (el 5-VIII-1913 le dirá a Felice que el amigo puede ser un tío suyo, soltero, director de ferrocarriles en Madrid, quien conoce Europa entera, excepto Rusia). El desarrollo del relato va a mostrar entonces cómo emerge el padre desde lo solidario (el amigo) y se hace antagonista del hijo. El padre vive en la realidad: su negocio y su mujer. Pero Georg no tiene ni negocio ni mujer, su novia es irreal. El padre destruye entonces todo eso, y se queda como lo más solidario, a lo que Georg no puede acercarse. Decía Freud que la adultez de una persona se muestra en la capacidad para llevar un trabajo y tener una familia: trabajo y amor. El 10-VI-1913 le vuelve a decir a Felice que La condena no tiene explicación: la historia está repleta de abstracciones no declaradas. El amigo es lo que el padre y Georg tienen en común. La historia es quizás una pesquisa en torno al padre y al hijo, y la cambiante figura del amigo puede que sea el cambio de perspectiva entre padre e hijo. En ello es sobremanera importante la novia ficticia: Felice Bauer a quien había conocido dos días antes. Aquí Kafka reflexiona sobre su futura relación (sexual) con Felice, y el cambio de ejes en su familia, y con su padre. En el fondo el miedo a casarse.

     El 17 de noviembre de 1912 comienza a escribir La metamorfosis. El título original es Die Verwandlung que se ha de traducir más bien por «La transformación», y el matiz está en que  lo importante no es la metamorfosis física sino espiritual y ésta en el relato es procesual no instantánea: es una transformación. El proceso lo relata en una carta a Felice del mismo día: «tengo que escribir un cuento que me ha venido a la mente en la cama, en plena aflicción, y que me asedia desde lo más hondo de mí mismo». (18-11): «Inequívocamente aguijoneado por la desesperación, acabo de ponerme a trabajar en mi cuento de ayer, con un ansia ilimitada de derramarme en él«. (23-11): le habla de cómo va el cuento: «Está escrito de un modo sencillamente ilegible«, y es una historia terrorífica, «extremadamente repulsiva y en cuanto a nauseabunda lo es de un modo ilimitado» (24-11). «Lástima que mis estados de fatiga y otras interrupciones y zozobras ajenas al texto hayan quedado claramente marcadas en algunos pasajes del relato, el cual hubiese podido tener una elaboración más pura, en las páginas más dulces es precisamente donde esto se hace visible» (6/7-XII-1912). La noche del 6 al 7 de Diciembre de 1912 le indica a Felice que ya ha terminado, «sólo que no estoy contento del todo con el final que me ha salido hoy, hubiese podido ser mejor, de eso no hay duda«. Aunque luego diga (el 1 de Marzo de 1913) que tras leer a Brod en casa de éste el relato «me he puesto frenético. Después nos hemos relajado y nos hemos reído mucho. Cuando se aísla uno de este mundo cerrando puertas y ventanas surge aquí y allá como un destello y casi como un comienzo de  una existencia real y bella«. El ambiente de Kafka era estridente en esta época: su relación con Felice pasaba por su primera crisis lo que le produce tristeza y melancolía. Al tiempo que lee a Kleist, y se identifica con él, en lo de ser un bicho raro en la familia. Esto de «bicho raro» es tremendamente plástico.

     En esta obra, más que en ninguna otra de Kafka, se le exige a uno introducirse en la trama, en el relato, eliminar la distancia. Por otro lado, el relato comienza ya con la transformación: nadie sabe por qué, ni él mismo. La causa es desconocida, y para la familia de Gregor Samsa, el hecho es visto como un castigo. Samsa es culpable de algo que él no sabe y está siendo castigado. El acribismo de Kafka se deja ver en la descripción que hace del insecto: sin embargo lo más importante parece ser el proceso de metamorfosis espiritual que se produce en Samsa, más que la transformación física. Al final, Gregor se ha alejado tanto que la familia no le reconoce. Como a Bendemann su padre. La oscuridad es la característica esencial del ambiente en el que se verá envuelto Gregor, como la oscuridad, vacío, de la vida de un culpable sin causa, de la soledad. El insecto debe uno sentirlo en sí mismo: por eso Kafka intentó eliminar todo posible dibujo en las ediciones del cuento. El relato puede dividirse en tres partes: descubrimiento del nuevo estado, de la nueva forma de ser, aceptación y vida como tal, y declive.

 Por primera vez utiliza Kafka un animal en sus relatos. Al mismo tiempo puede considerarse como algo sobrenatural, mágico. Los padres abren la puerta y dan salida a lo sobrenatural, al insecto, al que desde entonces rechazan e intentarán mantener de nuevo en la habitación, cerrando la puerta. Samsa es un buen trabajador, rutinario, nunca ha cometido ninguna falta: podríamos decir, ni con su jefe ni con su padre. Sin embargo un día aparece convertido en insecto: ya no puede trabajar, esa será su primera y única falta, por la que será condenado. Todos desconfían de él, antes de verle: el apoderado piensa que Gregor ha malversado fondos, el padre que es un gandul. No, enfermo no puede estar. Gregor es culpable antes de ser juzgado, o quien juzga es el mismo padre, el que le condenará. Al principio tiene que ir haciéndose a la idea de su nuevo estado: un estado cavernoso como el que él deseaba, en el que le traían la comida. Tiene que ir aprendiendo a tener mente de insecto. Sólo él mantiene la compostura. Es él un insecto, o se lo parece a sus padres? Está enfermo? Eso es lo que se da entender cuando la madre dice que «debe mejorar«.  Poco a poco él y los demás empiezan a olvidar su pasado humano, aunque quienes más influyen son los padres. Le desalojan la habitación. Y Samsa insecto deja caer que el escritorio por nada del mundo dejaría que lo sacasen. Si pudiera escribir sería un estado idóneo para hacer lo que quiere: escribir, hablamos de Kafka. Pero ello acarrearía su muerte, la condena por el padre, que nunca en la vida real estuvo de acuerdo con su inclinación literaria, espiritual, él un hombre de vida, de negocio. En un determinado momento, la madre se da cuenta del aspecto de Gregor y se desmaya. Entonces llega el padre y piensa que Gregor ha hecho algo contra ella y es en ese preciso momento cuando lo condena e inicia el castigo: con la manzana.  La madre llega y le pide que perdone su vida. Al final el olvido de la condición humana de Gregor es su fin: «esto no puede seguir así, si vosotros -dice la hermana- no os dais cuenta yo sí me la doy. No quiero, ante esta bestia, pronunciar el nombre de mi hermano, y por eso solamente digo: tenemos que intentar quitárnoslo de encima. Hemos hecho todo lo humanamente posible por cuidarlo y aceptarlo; creo que nadie puede hacernos el menor reproche«. La identidad de Samsa ha quedado completamente diluida. Hasta el punto de que la mejor salida es la muerte.

      En mayo de este mismo año de 1913 aparece El fogonero (Der Heizer), primer capítulo de la posterior América (título póstumo de M. Brod, en el original era «América, El dado por desaparecido: (Amerika, Der Verschollene)» Y que cierra la trilogía que tenía en mente Kafka sobre reflexiones en torno a las relaciones entre padre e hijo (a propósito, M. Brod pensó otra trilogía, la de la soledad: El desaparecido, El Proceso y El Castillo). La nombra por primera vez a Felice el 11 de Noviembre de 1912: le insta a que ambos se escriban menos, más brevemente, pues «quiero emplear hasta la última gota de mis energías en mi novela, la cual le pertenece también a usted[…]Le diré que la historia que estoy escribiendo y que por cierto está concebida para extenderse al infinito, se titula «El dado por desaparecido», y se desarrolla exclusivamente en los Estados Unidos de Norteamérica. De momento están terminados cinco capítulos. Es el primer trabajo mío de una mayor envergadura«. Le envía a Felice el 10 de junio el primer capítulo: «A ver si lo acoges con cariño, siéntalo a tu lado y elógiale, como él lo desea«. Ya el 1 de Mayo le había comentado la existencia de tal «librito» de unas 47 páginas en el original, del que no parece muy satisfecho. La noche del 9 al 10 de Marzo le había comunicado a Felice que respecto a su novela «en su conjunto, sólo el primer capítulo proviene de una verdad interna, mientras que todo lo demás, exceptuando, como es natural pasajes aislados más o menos largos, está escrito, por así decirlo, en el recuerdo de un sentimiento grandioso, pero por completo ausente, de modo que impone el descartarlo«. Observa que llevaba escritas unas 400 páginas de cuaderno, de las que sólo quedarían 56. El pasado invierno de 1912 comenta que ya había desechado unas 200 páginas. No es para estar satisfecho evidentemente. Sólo considera apreciable el primer capítulo: de la desdichada novela. Se llama «El fogonero. Fragmento». Lo editará Kurt Wolff en una colección barata con el nombre «El día del Juicio».

   Este primer capítulo trata del viaje a América de Karl Rossmann. Es un castigo por haber sido seducido y haber dejado encinta a una criada de sus padres. Éstos se deshacen de él para no tener que pagar manutención. El aspecto económico siempre va ligado en estas obras al castigo: Bendemann es acusado por su padre de que no le ayuda en el negocio, Samsa es condenado seguramente porque con su transformación ya no puede pagar la deuda de su padre con esa empresa, y Rossmann es expulsado para no pagar una deuda. La criada mientras tanto había escrito a un tío de Rossmann (como el de Bendemann), Jakob, senador (político), para que lo recogiera. Al llegar Rossmann al puerto se deja por olvido el paraguas, y en su vuelta al barco a buscarlo se encuentra con el fogonero, al que acaban de despedir. Le cuenta sus penas y que va a quejarse al capitán. En realidad solo quiere cobrar, pero Karl le insta a que defienda sus derechos y no se deje avasallar. En la sala Karl defiende al fogonero. Al final su tío, que estaba allí le reconoce y se lo lleva. Del fogonero no se vuelve a saber nada. El fogonero para el joven Karl es su único vínculo sentimental en un país desconocido y agresivo con los extranjeros. Su posible amigo de futuras aventuras. Pero con la llegada del tío Karl se ve envuelto en vínculos familiares, y políticos. Y aquí está la clave: la escisión público-privado, neutro-afectivo. La actitud humanista es incompatible con la formalidad de las instituciones, de las reglas, del capitán. Pero solo ahí son posibles las verdaderas relaciones, y la nueva sociedad industrial las evita: la gran ciudad es la del solitario como en Betrachtung.

De Noviembre de 1919 es la Carta al Padre, que no es una obra destinada a la publicación: era realmente una carta que pensaba enviar a su padre, pero que a instancias de la madre nunca llegó. A partir de aquí entra en contacto con Milena, una periodista casada con el escritor Ernst Polak. Reanuda en 1920 la correspondencia con ella, la que ya antes le había traducido al checo El fogonero. A ella confiará los diarios escritos hasta entonces, El Desaparecido, El Castillo, y La Carta al Padre. Romperá con Milena. De 1921 es Primer Sufrimiento, y en Enero de 1922 comienza El Castillo que dejará sin concluir. En el Otoño de 1922 su estado empeora. En Julio de 1923 conocerá a Dora Diamant, su última relación afectiva. En este 1923 escribe sus últimas obras: Una mujercita, La construcción de la muralla china, Josefina la cantora, Un artista del hambre. Muere el 3 de junio de 1924.

Texto completo aquí

[1]Cf. F. Kafka, «Introducción», in La metamorfosis y otros relatos, Cátedra, 1994, p.42.

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