En alguna parte ahí detrás (de Kafka): Haskalah, Freud y Nietzsche


Se puede situar la obra de Kafka en un contexto político, el ambiente europeo de la Primera Guerra Mundial, un contexto psicológico: la relación con su padre y con Felice, y también un contexto estético: el Trauerspiel. Y en cierta manera todo ello influye en él. ¿Y el elemento judío? Influencia muy asociada al problema de la escritura y la interpretación precisamente pero  que, siendo una perspectiva excesivamente concreta, puede trivializar su obra, pues es evidente que él no tuvo en su día excesivas ideas políticas ni judías. Aunque sí que era judío, y ciertamente puede haber tomado prestado ciertos temas de esta tradición. Desde este punto de vista Kafka se situaría en la literatura del Neohebraísmo, enfrentada con la rabínico-medieval en cuanto al humanismo, ya desde el Renacimiento. Con un movimiento importante desde el s. XVIII: la Haskalah, que se propagó rápidamente por todo el Imperio Austríaco, Viena y Praga, ridiculizándose el rabinismo, todo ello en un aire de melancolía y pesimismo. Haskalah es sabiduría y juicio que aplicado a este movimiento histórico tiene tintes de liberalismo e Ilustración. La Haskalah es como la Ilustración judía. Y se opone al hasidismo. Seguramente Kafka se ha visto envuelto en este ambiente. Finalmente sin embargo, la Haskalah se fundió con el sionismo, el nacionalismo judío. Habría entonces en Kafka igualmente, en ciertos relatos una ridiculización de esta tradición judía de interpretación de los textos bíblicos, de la Tórah? Es muy posible. Sí es cierto que Benjamin[1] ha barrido para  sí, y trata de encauzar a Kafka en la tradición mística, y en cuanto a la utilización de la parábola, en cuanto al abandono al elemento hagádico de la verdad. Esto es, a la pura exhortación literaria, no práctica (que sería Halakkáh, de la Misnah, o Ley oral del Talmud). Un ejemplo: Ante la Ley, cuyo desarrollo es El Proceso. El elemento tensional estaría en que en Kafka sus relatos  son líricos y al mismo tiempo épicos, prósicos. Sus  relatos mantienen con la doctrina una relación similar a la Hagadah con la Halakkah. Pero no poseemos la doctrina que explicarían esas parábolas. Ahí la comprensión, el elemento de misterio, del que se quejaba Josefina (1924):

«De aquí podría deducirse que Josefina está por encima de la ley, que se le permite hacer lo que quiere, aunque perjudique a la comunidad, y que todo se le perdona. Si así fuera, se explicarían las pretensiones de Josefina. Hasta podría verse en esta libertad que le da su pueblo, en este regalo extraordinario y, por cierto, contrario a las leyes, nunca otorgado a otro, el reconocimiento de que su pueblo como ella afirma no la entiende, se asombra y pasma ante su arte y sintiéndose indigno de ella, trata de compensar con un favor supremo que llega a la muerte, las penas que le causa con su incomprensión. Así como el arte de Josefina está fuera del alcance general, el pueblo coloca también fuera del poder de sus órdenes a la persona de Josefina y a sus caprichos»

JOSEFINA LA CANTORA O EL PUEBLO DE LOS RATONES

Esto es cierto, pero por otra parte no parece que Kafka, siendo judío, se interesase por los rituales y enseñanzas rabínicas, ni si quiera su padre. Por eso esta línea puede ser hasta cierto punto marginal, y no toca lo esencial en Kafka.

En todo caso, qué es lo esencial en Kafka? Si fuéramos kafkianos, ésta es una pregunta típica de los Joseph K y K. Ellos quieren saber la verdad absoluta, pero solo hay interpretaciones, y hasta contrapuestas. De todas formas, cabe establecer un triángulo que suele aparecer de manera sutil en todas las interpretaciones de la obra de Kafka. O en conjunto de todas ellas. Benjamin[2] nos pone sobre la pista: hay dos límites en la interpretación de las obras de Kafka: el natural y el sobrenatural. El primero podemos asimilarlo a lo psicológico, a la interpretación psicoanalítica. El segundo la interpretación teológica. En medio qué queda? Kundera ha dado otra visión más exacta[3]: lo «kafkiano» puede ser tres cosas principalmente:

1- la confrontación con el poder, que parece un laberinto sin fin,

«En Kafka la institución es un mecanismo que obedece a sus propias leyes programadas ya no se sabe por quién ni cuando, que no tiene nada que ver con los intereses humanos y que, por otro lado son ininteligibles«

Es El Proceso y En la colonia penitenciaria.

2- Segundo: lo teológico: cf. el K de El Castillo: pues si la vida del hombre no es más que una sombra, un expediente, lo que es K, y si la auténtica realidad se encuentra en otra parte, en lo inaccesible, en lo inhumano y sobrehumano, entramos en la teología. Para Kundera interpretación falsa, pero reveladora de que allí donde el poder se deifique, éste produce automáticamente una teología;

3- tercero, lo psicológico, el tema de la culpa y el castigado.

De modo secundario, que Kundera parece no darse cuenta, estarían lo risible-irónico, dentro de lo trágico, y el aspecto profético de anticipación del totalitarismo, que sería una explicitación de la confrontación con el poder, es lo político-estético. Que remite a lo que Benjamin ha destacado como la experiencia del hombre moderno de la gran ciudad. El mundo de los funcionarios, que es un espejo del de los padres. Algo que Kundera sí tiene claro: los mecanismos psicológicos que funcionan en el interior de los grandes acontecimientos históricos, son los mismos que los que rigen las situaciones íntimas absolutamente triviales y muy humanas. Base del totalitarismo, que acaba en la disolución de la diferencia privado-público. Esquema que podemos ver reflejado en El fogonero y El Castillo. Lo triste en esta interpretación política es que la salvación no consiste en fundirse con la comunidad sino ser abrazado por la institución, pero para ello se pierde la soledad y la libertad. Como el mono de Informe para una Academia (1917):

«Si de un vistazo examino mi evolución y lo que fue su objetivo hasta ahora, ni me arrepiento de ella, ni me doy por satisfecho. Con las manos en los bolsillos del pantalón, con la botella de vino sobre la mesa, recostado o sentado a medias en la mecedora, miro por la ventana. Si llegan visitas, las recibo correctamente. Mi empresario está sentado en la antecámara: si toco el timbre, se presenta y escucha lo que tengo que decirle. Por las noches casi siempre hay función y obtengo éxitos ya apenas superables. Y si al salir de los banquetes, de las sociedades científicas o de las agradables reuniones entre amigos, llego a casa a altas horas de la noche, allí me espera una pequeña y semiamaestrada chimpancé, con quien, a la manera simiesca, lo paso muy bien. De día no quiero verla pues tiene en la mirada esa demencia del animal alterado por el adiestramiento; eso únicamente yo lo percibo, y no puedo soportarlo. De todos modos, en síntesis, he logrado lo que me había propuesto lograr. Y no se diga que el esfuerzo no valía la pena. Sin embargo, no es la opinión de los hombres lo que me interesa; yo sólo quiero difundir conocimientos, sólo estoy informando. También a vosotros, excelentísimos señores académicos, sólo os he informado«

En «Angelus Novus»[4] Benjamin describe algo similar, de modo negativo: el mundo de los funcionarios y el de los padres comparten la suciedad, degradación y miseria. El padre es también un juez y acusador, del hijo. Esta interpretación tiene su radicalización en la puesta a Kafka como profeta del totalitarismo.

     La interpretación psicológica pone a Kafka como paranoico, y absorbe  su obra en el esquema edípico. El padre siempre vence, y Kafka escribiría para evadirse de su responsabilidad, para no madurar y permanecer en la niñez, como en un sueño. Es una interpretación que apela igualmente a lo onírico en Kafka, obviamente presente[5]. No es preciso ir muy lejos: se pueden encontrar en Kafka muchos simbolismos adecuados al psicoanálisis, aunque cabe decir que esto es posible en cualquier obra y persona. Es trivial. Por ejemplo: los escalones, escaleras y el subir o bajar por ellas, dice Freud, son representaciones simbólicas del acto sexual. Como en La Condena. Al mismo tiempo, la  inmersión en el agua es como un volver a nacer, el entrar otra vez en el líquido amniótico. Al mismo tiempo el «madriguerismo» en Kafka:

«Cuando lo inconsciente tiene que hallar representación en el sueño, a título de elemento de las ideas de vigilia, encuentra una apropiada sustitución en lugares subterráneos, los cuales representan los genitales femeninos o el seno materno» (Vol II, p.243)

La metamorfosis en un insecto representa el deseo de volver a nacer, el regresar al seno materno, de la tierra. Pero parece que este no es el camino. La situación de Kafka y sus personajes es la de Hamlet: sumidos en la abulia, nunca llegan a actuar en el mundo, su intelectualismo se lo impide. Así Kafka. Kafka fue así un desgraciado, siempre sujeto a la autoridad de su padre, no quiso nunca madurar, casarse e iniciar un negocio, ser productivo, un fracasado, como dijo Benjamin, que lo lograba todo de camino como en un sueño. En esta interpretación es obvio que Kafka estaría de manera directa en el centro de sus novelas:

«Toda su vida se ha roto la cabeza acerca de cuál es su aspecto, sin darse cuenta de que hay espejos«

Adorno[6] observa que quizás esta psicologización de Kafka venga de un hecho: la toma de consciencia de los hombres de que han perdido la mismidad, se ha disuelto el sujeto, como en Freud, y los hombres son cosas: es la extrañeza del yo, la esquizofrenia. En el fondo Kafka estaría expresando la patología del yo, de la modernidad, la espera por siempre, en lo que también ha incidido Benjamin[7]: la pérdida de la consistencia de la verdad. Esto exigiría centrarse en el detalle, en el instante, el gesto, que remite al yo. Y cuanto más se ahonde en el yo más se le cosifica: hasta llegar a la alienación, que se convierte en expresión. Kafka obviamente es un expresionista, y al mismo tiempo lírico. Kafka habría expresado el vacío del hombre, su olvido, su cosificación: así Klee. Este punto intermedio entre hombre y cosa (Odradek?) sería como el orgasmo, la petit morte, el lugar de la despersonalización, y que es el ámbito de lo sexual. Cf. Amalia del Castillo. Y Karl Rossmann. Esta interpretación recurriría al Tótem y Tabú de Freud, al desenmascaramiento del Dios de la Ilustración, redescubriendo al Dios ambiguo y amenazante que no suscita más que «temor y temblor». Lo que conecta con el esquema: tótem (animal) y culpa olvidada. La fe pura se descubriría como impura, ello es causa de desesperanza. Se desvela la fe pero en uno mismo, en el padre que está en nosotros, el super-yo, en base al ello. Y aquí está el desgarramiento del yo: no hay super-yo, tal es la desesperanza, y no hay tal porque el sujeto se ha cerrado a toda influencia exterior. Por esto se exige una enajenación absoluta: la total interioridad no es posible sino en la locura. Es el infierno, no la salvación. Y más que eso, el absurdo. Ni salvación ni no, lo irracional. Lo animal. Está el pecado original: es como la cosificación del sujeto. Y es preciso superarlo. Proyectándose en las cosas. Aquí entra la muerte,  la muerte malograda. En todo caso, al fondo la patología de la modernidad, y Kafka apela a la misma enfermedad para salvarse. Y recurre entonces al psicoanálisis. Pero aquí nadie tiene culpa, todos somos condicionados. Y si no hay culpa, hay salvación? En Kafka solo lo inútil conecta con lo divino: así los ayudantes de K, Odradek, Josefina,… Lo intermedio. Si no hay salvación, para el hombre, solo queda la descomposición, la caída en lo animal. El instante, en forma de gesto, cobra primacía para conocer al hombre, su estado. Hay esperanza, pero al límite, hay la posibilidad, quizás en sentido aristotélico no pleno. Posibilidad que nos remite al gesto. Por otro lado tan importante en psicoanálisis. Y el gesto más fuerte en Kafka es la desnudez (que Agamben tematiza en uno de sus ensayos), y que remite a la debilidad, recordemos el sueño de K sobre Bürgel. La desnudez es otro tema típicamente freudiano[8]. La desnudez nos provoca angustia, y ésta es la clave de la esperanza. Esa angustia kafkiana.

     Se podría aquí conectar con un tema nietzscheano, «la genealogía de la moral«. Es parte de este sistema kafkiano de castigo que el condenado no sepa cuál es su culpa, ni si es culpable. Es el castigo como destino, la tragedia de luto del destino. El libro de Nietzsche no puede ser más esclarecedor, si tenemos en cuenta su posible influencia en Freud. Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros mismos. Así comienza el prólogo. Los hombres  de superior posición y elevados sentimientos se valoraron a sí mismos como buenos, y establecieron una distancia con lo inferior, con lo que está abajo. Así en El Castillo. Y este señor es el que da los nombres, poder de los que dominan. Noble, dice Nietzsche es «el que es», el que tiene realidad. Como los secretarios del Castillo, curiosamente. El diagnóstico de Nietzsche es que es el nihilismo ha irrumpido, es la consecuencia de la modernidad, y del cristianismo.

     En este libro Nietzsche analiza cómo se llegó al nihilismo.  Primero se impuso la memoria, para recordar la culpa. Frente a ello, el olvido es algo positivo, animal, «una facultad de olvidar que es la guardiana de la puerta», mantenedora del orden anímico. Sin capacidad de olvido no puede haber felicidad, ni jovialidad, ni esperanza. El olvido es parte de lo inconsciente. Es la inocencia del animal, algo kafkiano. Sólo el hombre es culpable, y por eso no tiene salvación. En el fondo de la culpa está la deuda con la divinidad. Que es irreal: en el fondo hay una voluntad enferma, de encontrar culpables y culpas, y reprobarse a sí mismo hasta resultar imposible la expiación. El resultado es que el hombre ha enfermado. Las causas la naúsea y la compasión unidas: es lo que se siente por Samsa. Ambas son el nihilismo, la voluntad de nada, propia de los débiles. Y el que mantiene esta situación es el sacerdote, como médico. Que no hace sino cambiar la dirección del resentimiento, hacia uno mismo: la causa del sufrimiento del hombre es él mismo. Subjetividad y culpa, y mal. La pecaminosidad dice Nietzsche no es una realidad de hecho, es sólo la interpretación de una realidad de hecho, a saber, un malestar fisiológico, con su típica ironía. Así es como se sienten muchos de los personajes kafkianos. Ese malestar produce cansancio, hasta para soñar. Como el cansancio de K, Joseph K, etc…Es cansancio de la vida. Precisamente el sueño es la terapia para evitar el sufrimiento. Lo espléndido es el parágrafo 28 del tratado quinto, a partir de la página 184: El ideal ascético apunta a la falta de sentido de la vida humana. El hombre está vacío: no sabe justificarse a sí mismo. como K o Joseph K. Se sufre porque la vida no tiene sentido, y eso significa degradarse a animal. Para qué sufrir? El ideal ascético daba razones. Pero esto estalla en Kafka. El sufrimiento no tiene sentido. Aparece en su monstruosa evidencia. Así Samsa.

Texto completo aquí

[1]W. Benjamin, Iluminaciones, I, Taurus, «Dos Iluminaciones sobre Kafka», pp.199-217.

[2]Cf. Benjamin, «Franz Kafka: En el décimo aniversario de su muerte», in Angelus Novus, Gaya Ciencia, pp.95-125.

[3]Cf. M. Kundera, «En alguna parte ahí detrás», in El arte de la novela, Tusquets.

[4]Cf. Benjamin, W., Angelus Novus, La Gaya Ciencia, «Franz Kafka. En el décimo aniversario de su muerte» (1934), pp. 91-125.

[5]Cf. Freud, La interpretación de los sueños, vol II, pp.192ss.

[6]Adorno,»Apuntes sobre Kafka», in Prismas, 260-292.

[7]Cf. Benjamin, Iluminaciones

[8]Cf. Freud, op. cit., Vol II, pp. 85-92.

2 respuestas para “En alguna parte ahí detrás (de Kafka): Haskalah, Freud y Nietzsche”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.