Cooperantes en el día mundial de la alfabetización


poster alfabetizacionEl 8 de Septiembre es el día mundial del cooperante en conmemoración de la United Nations Millennium Declaration de 8 de Septiembre de 2000, al mismo tiempo que lo es de la alfabetización esta vez por la UNESCO cuyo lema para este año es  “La alfabetización y las sociedades sostenibles”. Como dice la Directora General de la UNESCO:

Las nuevas tecnologías, comprendidos los teléfonos móviles, también ofrecen nuevas oportunidades para alfabetizar a todos. Debemos invertir más y exhortar a todos los Estados Miembros y a nuestros asociados a fin de redoblar nuestros esfuerzos –políticos y financieros- para velar por que la alfabetización sea reconocida plenamente como uno de los aceleradores más poderosos del desarrollo sostenible. El futuro empieza con el alfabeto.

Ambos informes (el primero complementado con el Global Monitoring Report 2014/2015nos aportan excelente información del estado del mundo según los últimos datos y especialmente en relación a la pobreza y la educación. Según se establecía en la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas

we have a collective responsibility to uphold the principles of human dignity, equality and equity at the global level (I.2),

en un contexto cuyo principal desafío es conseguir que la globalización tenga efectos positivos en y para todo el mundo. Para 2015 se propusieron

To halve, by the year 2015, the proportion of the world’s people whose income is less than one dollar a day and the proportion of people who suffer from hunger and, by the same date, to halve the proportion of people who are unable to reach or to afford safe drinking water.

No parece que se hayan conseguido, como así expresa el Global Monitoring Report 2014/2015 del World Bank and International Monetary Fund (IMF)

The report notes that much success has been achieved in reducing extreme poverty – those living on less than a $1.25 a day. However, the number of poor remains unacceptably high, at just over 1 billion people (14 percent of the world population) in 2011, compared with 1.2 billion (19 percent of the world population) in 2008.

pobreza

En esta tabla podemos ver el grado de consecución de los objetivos

objetivos

Y en relación a la alfabetización tenemos que todavía hay 55 millones de niños sin escolarizar en el mundo, con lo que si subscribimos las palabras de la Directora de la Unesco carecerían de futuro:

notinschool

Resulta interesante la referencia a los «móviles» en consonancia con las tendencias en educación y con los últimos informes de la propia UNESCO en relación ahora al aprendizaje formal y no formal: Global Perspectives on Recognising Non-formal and Informal Learning (2015), pues

«gran parte del aprendizaje más importante que adquieren individuos y grupos, ocurre en contextos no formales e informales – lugares de trabajo, sociedad civil, medios de comunicación, contextos culturales, familia y amigos«.

En esta situación la celebración conjunta en un mismo día del cooperante y de la alfabetización nos puede hacer reflexionar sobre qué significa contribuir a hacer un mundo mejor en general, es decir, sobre el estatuto del cooperante o voluntario (aunque éste tiene su propio día el 5 de Diciembre) y de las razones para sentirse implicado con las personas que necesitan de nuestra ayuda. Para empezar está claro que vivimos en un mundo en cambio, especialmente problemático con la entrada en un s. XXI que ya está plagado de contradicciones sociales, desde la tópica configuración de la aldea global felizmente orwelliana a la cruda realidad de una mayoría que se queda fuera de este espacio idílico, a no ser que llamemos aldea “global” a lo que más o menos va a ser Norteamérica, Europa occidental y Australia[1]. Este mundo está caminando, lo queramos o no, por las vías de una occidentalización mundial vía el capitalismo neoliberal que mantiene el colonialismo decimonónico en un neocolonialismo económico.

            Dentro de este marco se ha formado en los países desarrollados desde los años 60 una especie de crítica social hacia los defectos de esta forma de organizar la sociedad. Prueba de ello, origen en otros casos, son los estudios de la Escuela de Frankfurt, de la que formó parte el conocido de los del 68 Herbert Marcuse, y la serie de importantes eventos mundiales: conferencias en la cumbre, que desde fines de los 60 hasta hoy se han venido realizando sobre cuestiones globales: el hambre, el problema ecológico, el problema demográfico,  la liberación de la mujer…Este desarrollo aparece como opuesto a la cultura oficial, ideológica y legitimadora del statu quo. Y por eso se la ha venido en llamar contracultura[2]. En Estados Unidos, país que analiza Drucker, este fenómeno ha cobrado enorme importancia, hablándose del “tercer sector”, el de las instituciones privadas sin ánimo de beneficio, del que Drucker dice que “sus voluntarios sin remuneración constituyen el grupo más numeroso de la fuerza de trabajo americana[3].  Y es especialmente significativo porque la base de su oposición reside en el abanderamiento de otros valores que los que realmente, que no oficialmente, están trabajando.

Este tercer sector empieza a germinar en los años 50 y podemos analizarlo en el amplio espectro de organizaciones privadas sin ánimo de beneficio que desde entonces han proliferado. Entre ellas se cuentan la mayoría de los hospitales americanos, escuelas, colegios universitarios y universidades, la Cruz Roja Americana, y también organizaciones puramente locales: cajas comunitarias, círculos de alimentación, en general grupos de servicios comunitarios. Son privados, y suelen decir de sí mismas que no son ni estatales ni empresariales. Pero esto es una definitio por negación: si se les busca un punto en común, todas ellas mantienen que tienen por objetivo cambiar a los seres humanos, de manera que hablaríamos de instituciones para el cambio humano. Y así entroncaríamos con lo específico de este movimiento, abstrayendo organizaciones concretas, que se da en todo el mundo y es como un producto contraproducente del capitalismo: la importancia dada al sujeto en sí, que renace de sus cenizas postmodernas como el ave Fénix. Y este cambio humano no puede sino dirigirse hacia un personalizar la persona, que por ende está despersonalizada. En este sentido se ha de recuperar lo más esencial del hombre de cara a su ser persona, y no vendría nada mal retomar seriamente a un pensador como E. Mounier[4]. Y repensar en este cambio de siglo, en los ejes de una contracultura crítica las características esenciales del “ser persona”: lo primero es la comunicación, a la que hay que hacer frente, frente a los obstáculos ínsitos a ella: cultivar una comunicación no contaminada por las patologías residuales de los valores imperantes: competitividad insana, egoísmo, individualismo despersonalizante. Ello implica abrirse al otro, romper su máscara: “Casi se podría decir que solo existo en la medida en que existo para otros, y en última instancia ser es amar«. Nadie posee sino lo que da, o aquello a lo que se da (también se puede dar uno mismo). Unido a ello está íntimamente el amor, del que Mounier dice

«El amor es una nueva forma de ser. Se dirige al sujeto por encima de su naturaleza, quiere su realización como persona, como libertad, cualesquiera que sean sus dones o sus deficiencias, que ya no cuentan esencialmente a sus ojos: el amor es ciego, pero es un ciego extralúcido«.

De ahí que «el acto de amor es la certidumbre más fuerte del hombre, el cogito existencial irrefutable: amo, luego el ser es y la vida vale (la pena de ser vivida)”. De ahí la necesidad de escapar a la insoportable soledad del ser, solo se es persona en comunidad, y nunca en el mundo del Se que decía Heidegger, aquel donde nos dejamos aglomerar cuando renunciamos a ser sujetos lúcidos y responsables, es el mundo de la conciencia soñolienta, de los instintos sin rostros, de la opinión vaga, de las relaciones mundanas, charla cotidiana, conformismo social o político, mediocridad moral, muchedumbre, masa anónima, maquinaria irresponsable. El primer acto de la vida personal es entonces la toma de conciencia de esta vida anónima y la rebelión contra la degradación que representa. Lo que lleva a una necesidad de subjetivización, reconcentración en uno mismo, adquisición de una identidad personal, aunque «la reflexión no es solo una mirada interior replegada sobre el yo y sus imágenes; es también intención, proyección de sí«.

            Por tanto también es preciso disponer para sí de un cierto campo de objetos con los que se pueda intimar. Afirmarse es primeramente darse un campo. «De modo que no hay que oponer demasiado brutalmente el tener y el ser, como dos actitudes existenciales entre las que habría que elegir. Pensemos, antes bien, en dos polos entre los cuales se tiende la existencia incorporada«. El tener constituye así la densidad de nuestro ser, aunque también es su pesantez. «El despliegue de la persona implica como condición interna una desposesión de sí y de sus bienes que despolarice el egocentrismo. La persona solo se encuentra perdiéndose. Su riqueza es lo que queda cuando se despoja de todo tener, lo que le queda a la hora de la muerte«.

Debajo de todo esto está la dialéctica de persona, su doble movimiento. «Hay que salir de la interioridad para mantener la interioridad«. La persona es un adentro que necesita de un afuera. Y este afuera nos lleva a la necesidad de Afrontar. La persona  se muestra:  hace frente, es rostro. Es «prósopon«: la que mira adelante, la que afronta. Y sobre todo lo que afronta su constitución misma, en el marco de un entorno. Por eso que más que afirmar, lo importante en este desarrollo es la protesta: pues no todo es bueno. Protestar siempre para construir, no para quedarse negativamente allí. De ahí la necesidad de la fuerza: el amor es lucha, la vida luchando contra la muerte. Hablamos de la fuerza humana, a la vez interior y eficaz, espiritual y manifiesta. Relacionada con la abundancia y la magnanimidad, con la generosidad misma del ser. «Una persona solo alcanza su plena madurez en el momento en que ha elegido fidelidades que valen más que la vida«. Tras la protesta la afirmación, inevitablemente: que es constructiva: “Edificar es sacrificar. Pero la decisión no es un movimiento de fuerza interior ciego y arbitrario. Es la persona plena ligada a su porvenir, concentrada en un acto duro y rico, que resume su experiencia e integra en ella una experiencia nueva. Los rechazos de que viene acompañada son renunciamientos reales, embarazosos, y a veces desgarradores, pero no son mutilaciones. Parten de una plenitud exigente, y no de una indigencia. Por eso son también creadores«.  Y en esto reencontramos otra dimensión esencial de la persona: la libertad, una libertad que no nos es dada, hay que buscarla, hay que alguna manera elegir ser libres. La libertad solo progresa, como el cuerpo, gracias al obstáculo, a la elección. Por tanto, antes de proclamar la libertad debemos asegurar sus condiciones comunes: biológicas, económicas, sociales, políticas. No solo la libertad, también las libertades. Pues «defender la libertad sin otra precisión, en todo lugar donde un acto de autoridad o un estado de costumbres la limitan, es condenarse a tomar partido por las fuerzas de la inmovilidad contra las fuerzas del movimiento.«

            Por otro lado, nuestra libertad es la libertad de una persona en situación, pero es tambien la libertad de una persona valorizada. No soy libre por el mero hecho de ejercitar mi espontaneidad; me hago libre si inclino esta espontaneidad en el sentido de una liberación, de una personalización del mundo y de mí mismo. El fin, sin ninguna duda es portar de dignidad a la persona, una dignidad que sólo puede reconstruir en base a la salida de sí misma, a la autotrascendencia:

La persona no es el ser, es movimiento de ser hacia el ser, y solo es consistente en el ser al que apunta […] Esta riqueza íntima de su ser le da una continuidad no de repetición, sino de superabundancia. La persona es lo no-inventariable«.

            Hay claro está una orientación. La superación de la persona por sí misma no es solo pro-yecto, es elevación, sobrepasar. Y esa orientación la dan los valores. De ahí la importancia del movimiento hacia el valor, que se ha de concretar en el compromiso, y éste en la acción modificadora de la realidad exterior y por ende formadora del hombre, personalizadora. Acción personalizadora que fundamenta lo que se viene llamando “solidaridad[5]. Lo que se busca es no lo olvidemos el cambio humano, y por ende, social. Pero la solidaridad así enmarcada, y creemos que en su justa medida, supera con mucho el “buen” voluntarismo acomodador de las conciencias, por lo que, no estaremos entrando en el terreno de la utopía?

Ella está en el horizonte,

-dice Fernando Birri-.

Me acerco dos pasos,

ella se aleja dos pasos.

Camino diez pasos más allá.

Por mucho que yo camine,

nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía?

Para eso sirve: para caminar.

(E. Galeano, “Ventana sobre la Utopía”)

 Y el camino es una navegación hacia Utopía, un embarcarse a Ítaca, pero sabedores de que lo importante es ponerse en movimiento: la sociedad de hoy nos está destrozando las Ítacas, de ahí la necesidad, nacida de lo más íntimo de la persona, de reencontrarlas: “Puesto que el malestar alcanza ya niveles tan desoladores, es preciso elegir. La sinrazón y el despilfarro de los que solo disfrutan la menor parte no pueden seguir siendo una alternativa válida para el progreso humano[6]. Ser voluntario, por fin, es no ser otra cosa que ser persona, aceptar y seguir fielmente que lo decisivo de la persona está en su personalizarse, y esto, que es dialéctico no se  entiende sin la trascendencia hacia los valores, que elegidos libremente se opta por realizarlos, siempre en pos de la protesta contra el orden social establecido, que ha de ser nuestro caminar contracultural. Como decía Carlos Díaz, la actitud del ciudadano es la del político, en sentido etimológico, intrínsecamente unido a la moral, lo que lleva a considerar hoy día que la actitud más personalizadora es la postura políticomoral permanente[7], sin síntesis alguna, esto es: la afirmación de la continua autocrítica al mismo tiempo: el desarrollo de la persona es dialéctico y no admite estructuras. Esta actitud político-moral no es otra que la que hemos defendido como personalismo, como postura mouneriana. Ello implica una auténtica formación crítica y liberadora, una puesta en cuestión de las estructuras de poder y una reconsideración del papel de la política en las sociedades occidentales[8], en base a la superación de lo que se ha venido llamado “el vacío de poder”, la “democracia del espectador” (W. Lippman), etc…La acción solidaria, inscrita en la dimensión a la vez personal y comunitaria ha necesariamente de tener un correlato en la sociedad y la política.

Texto completo sobre el voluntariado aquí

[1] Cf. El interesante ensayo de P.F.Drucker, Un mundo en cambio, 2 vols, MCC, 142-143.

[2] También “cultura disidente”. Cf. N. Chomsky, Lo libertario está vivo, MCC, 182.

[3] Ibid., vol 2, p.46.

[4] Cf. E. Mounier, El personalismo, MCC, 36.

[5] Cf. Ana de Felipe, L. Rodríguez de Rivas, Solidaridad, MCC, 219.

[6] J. Torres López, Catedrático Ec. Política, Univ. De Málaga, Frente a la crisis del estado social, MCC, 168.

[7] C. Díaz, Política y Moral, 120.

[8] Frente a la Manipulación política, MCC, 51 (sobre tesis de la Frankfurter Schule).

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