Muss es sein? Sexualidad contemporánea e insoportable levedad del ser


«Cierto señor Dembscher le debía a Beethoven cincuenta marcos y el compositor, que jamás tenía un céntimo, se los reclamó. «Muss es sein?», suspiró desolado el señor Dembscher y Beethoven se echó a reír alegremente: «Es muss sein!», inmediatamente anotó aquellas palabras y su melodía. Compuso sobre aquel motivo realista una pequeña composición para cuatro voces: tres voces cantan «es muss sein, es muss sein, ja, ja, ja», «tiene que ser, tiene que ser, sí, sí, sí» y la tercera voz añade: «Heraus mit dem Beutel!», «¡Saca el monedero!».

Ese mismo motivo fue un año más tarde la base de la cuarta frase de su último cuarteto opus 135. Beethoven ya no pensaba entonces en el monedero de Dembscher. La frase “es muss sein!” le sonaba cada vez más majestuosa, como si la pronunciase el propio Destino. En el idioma de Kant, hasta el “buenos días”, con la entonación precisa, puede adquirir el aspecto de una tesis metafísica. El alemán es un idioma de palabras pesadas. De modo que “es muss sein!” ya no era ninguna broma, sino “der schwer gefasste Entschluss”.»

Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, Quinta Parte, 8

El tema de la sexualidad aparece hoy, por lo menos en las sociedades occidentales, como un problema. Se habla del sexo, de cómo practicarlo, de lo que es anormal, de las enfermedades de transmisión sexual. Por doquier vemos que se discute sobre la proliferación de actitudes no muy normales en relación al sexo: masoquismo, sadismo,…El problema es que no sabemos qué es lo normal, y si es algo qué sea aquéllo. Hablar de normalidad quizás sea aún tradicional pero es ya un escape al tópico de lo natural en cuestión de sexualidad. Sin duda que si ha habido alguna época en la historia del hombre, y de todas las culturas, que más se haya preguntado por todo lo relacionado con el sexo, ella es la sociedad occidental actual. Técnicas, métodos anticonceptivos, función del sexo, etc… Esto ya debería ser un síntoma sobre el problema: a qué se debe esta proliferación de los discursos en torno al sexo?

Todo ello comienza en el centro de una tendencia más amplia, a nivel sociocultural, que estalló en el célebre mayo de 1968 como crítica del modo de vida burgués y conservador prevalente hasta entonces. El ecologismo, el surgimiento de ONG’s, el pacifismo, insumisión, consumo legal de drogas, todo ello va unido a lo que se ha denominado revolución sexual. Visto como un todo debemos considerarlo como una crítica a la sociedad puritana del s. XIX y que trastocada en los nuevos puritanos capitalistas de la primera mitad del s. XX respiraba represión sexual, insolidaridad, limitación existencial. El boom del 68 debe entenderse así en el marco de un cierto «complejo de Edipo» a nivel socio-cultural. Fue un estallido: arriba la solidaridad, la fraternidad, la justicia, el amor libre, las drogas. No en vano Marcuse, miembro de la Escuela de Frankfurt, estuvo detrás de todo ello: Eros and civilisation. A philosophical inquiry into Freud (The Beacon Press, Boston, MA 1955) y Emanzipation der Frau in der repressiven Gesellschaft. Ein Gespräch (In: Das Argument 1962, Hf. 23, S. 2-11). De 1971 es, como se sabrá, el gran libro de J. Ralws, Teorías de la Justicia, una primera enmienda a nivel teórico al capitalismo opresor y empobrecedor. De aquellos años 70 son las primeras grandes conferencias de la ONU sobre ecología, medio ambiente, demografía, y de aquellos años es la increíble proliferación de ONG’s que vivimos aún hoy día. En el marco de una cultura más crítica y liberadora de los instintos no en pos de una animalización del ser humano sino al modo de una terapia psicoanalítica para hacer madurar al hombre presenciamos también el surgimiento de una profunda crítica a la sexualidad opresora de las sociedades modernas occidentales. Seguramente el hombre occidental aún no ha asimilado la enseñanza de Freud y de la psicología. Ni de Nietzsche ni Feuerbach ni Marx, los cuatro, porque son por lo menos éstos, grandes autores de la sospecha contra el modo de vida victoriano. El hombre psicológico surge a finales del s.XIX, y Freud es su máximo expositor, aunque es patente que en toda la literatura de fin de siglo, pintura, en lo que se llama el arte de vanguardia, el influjo de este nuevo tipo de hombre, opuesto al burgúes, es patente. Véase Pedagogía social: del jardín de las rosas de Stifter al jardín del conocimiento de AndrianEl rostro del hombre moderno: Gustav Klimt y FreudEl rostro del hombre moderno (II): Oskar Kokoschka. Solo a partir del 68 las consecuencias empiezan a vislumbrarse.

Precisamente el gran documento, por su impacto social, sobre la crítica a la sexualidad victoriana es el Informe Hite[1], de Shere Hite, que data del año 1976. De ella es la expresión revolución sexual, pero ha habido tal? Se habla de libertad sexual, de la mujer que fue el objeto de su estudio:

«lo que entendemos por libertad sexual-dar a las mujeres el derecho a actuar sexualmente sin matrimonio, y aminorar el énfasis en la monogamia- está en función de la decreciente importancia para la sociedad de dar a luz«[2]

Hite reclama, al margen de una mayor libertad en cuanto a los actos realizados, a las posibilidades de la sexualidad, un mayor acercamiento hombre-mujer. No en vano no se trata de pasar de una sociedad machista a otra feminista, sino de considerar a ambos como personas, con iguales derechos y deseos, y placeres, que hay que comunicarse para llevarlos a efecto. No se trata del sexo por el sexo, dice Hite, la mujer, con su liberación sexual no accede tanto a la posibilidad de disfrutar del sexo con mayor asiduidad y placer cuanto a la posibilidad de decir no, o de vivir su sexualidad como mejor le plazca. Evidentemente se trata de personalizar a la mujer. Hite reclama una mayor comunicación, afecto, creatividad, fantasía, más sentimientos a la hora de realizar cualquier práctica sexual. Como se pregunta Hite, cuál ha sido el auténtico significado de la revolución sexual de los años sesenta? No debemos considerar la sexualidad como un fin en sí misma, aparte de su significado en la vida propia en su conjunto. Hite une trabajo y amor (Freud), y nota que

«el sexo se emplea claramente como una panacea universal para mantener pacíficas a las masas y evitar que comprendan el vacío, falta de sentido y alienación de sus vidas de trabajo«

La sexualidad y las relaciones sexuales pueden ser sustitutos, señala más adelante, de una relación más satisfactoria con otros mundos más amplios, por ejemplo, con el trabajo. El gran problema es la escisión vida pública-privada, típica del victorianismo. Y para Hite, por lo menos en 1976, aún no se había producido tal revolución sexual, pero es algo que obviamente necesitamos[3]. Nos hallamos, eso sí, en un período de transición, y todavía parece poco claro el camino hacia lo que pueda ser. Lo que está claro es que en el campo de la sexualidad no hay normalización en cuanto a hecho, ejecución o cumplimiento sexual. Lo que está menos claro es que «nadie está gobernado por las hormonas o la biología«[4]. Esto es más problemático, y si defendemos que sí hay diferencias entre sexos, y hormonas, no por eso defendemos una sexualidad natural. Está claro que la biología por sí misma no nos define, pero nos predispone[5]. Hite abre sobre todo, o es índice epigenético del interés por todo lo sexual, que culminará en las conocidísimas obras de Masters y Johnson, manuales puramente técnicos y descriptivos pero sin una reflexión por detrás[6].

            En este, cuanto menos, interesante marco debemos inscribir el interés que ha despertado la sexualidad en estos años a caballo entre el siglo XX y el XXI. Tan importante es la sexualidad? Quizás aquí esté el quiz de la cuestión. A nivel teórico, que no psicológico, ha sido Michel Foucault quien ha realizado la crítica de la sexualidad victoriana en sus famosa Historia de la sexualidad[7]. Ha rastreado los textos en que se ponía en evidencia un interés represivo en el s. XIX, pero el punto está en su consideración de la sexualidad como lo determinante del ser humano, de su constitución como sujeto, que es como decir, de persona, para lo que en su búsqueda científica recurrió a Grecia y Roma. El colocar la sexualidad en el centro de la persona, como fuente de personalización, ha supuesto un gran avance para comprender mejor el fenómeno. Obviamente hacía falta una reflexión más a nivel psicológico y casi toda ella ha venido del campo de la psicología freudiana[8]. Así, los trabajos de Erik Erikson en la línea freudiana de unir trabajo y amor[9]. Tras los niños y los locos y mujeres, parece que los psicólogos se están por fin volviendo hacia el hombre de edad madura, investigando la llamada crisis de mitad de la vida. Para Freud, la definición de la madurez debía encontrarse en la capacidad de amar y trabajar. Pues

«tanto el trabajo como el amor llevan consigo vínculos libidinales con los objetos, personales e impersonales, aunque la combinación es diferente para cada uno; tanto el amor como el trabajo contienen un elemento de sublimación; ambos son vínculos que pueden servir como base para la integración de diversas actividades, para la identificación y para la identidad personal; tanto el trabajo como el amor dependen de relaciones interpersonales«

            No en vano podemos aventurar que vivimos una crisis cultural, y que la problematización de la sexualidad no es sino un síntoma de ello. El vacío de valores, el nihilismo, la pérdida de sentido son residuos de mayo del 68, y la sexualidad no ha escapado a ello. Hite lo recordaba. Y Foucault ha puesto el dedo en la llaga: hemos perdido al sujeto, al hombre, quizás porque se ha perdido el sentido de demasiadas cosas, entre ellas de la sexualidad. La sexualidad como íntimamente ligada a los modos de personalización es un tema común hoy día en psicología, unido a la necesidad de autoestima. Hoy más que nunca los despachos de psiquiatras y psicólogos están repletos de esa figura occidental que es el neurótico, en el mejor de los casos. Necesitamos autoestima, tanto en el trabajo como en el amor, pero el punto es que a lo mejor la crisis es más amplia y no basta con recetas de psicólogo[10]. Un grave problema que hemos de evitar es  obsesionarnos demasiado con el sexo, aislarlo de todo lo demás, como ya advertía Hite en su informe. Como ella misma apuntaba, no podemos separar la sexualidad de la psicología, ni de los sentimientos y la afectividad[11]. Así se expresa Viktor Frankl

«Sin contar con que el vacío existencial se manifiesta enmascarado con diversas caretas y disfraces. A veces la frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante una voluntad de poder, en la que cabe su expresión más primitiva: la voluntad de tener dinero. En otros casos, en que la voluntad de sentido se frustra, viene a ocupar su lugar la voluntad de placer. Ésta es la razón de que la frustración existencial suele manifestarse en forma de compensación sexual y así, en los casos de vacío existencial, podemos observar que la líbido sexual se vuelve agresiva«[12]

Esto concuerda con el hecho de un resurgimiento incluso agresivo de la sexualidad, y con el hecho de una crisis existencial y del sujeto. Nos encontramos en general en una época de transición y si el sujeto está en crisis y con él la sexualidad, no menos va a estar lo que sobre ellos se asienta: la familia nuclear occidental[13]. Di Meglio dice

«La toma de conciencia de la familia nuclear, que nace tímidamente de lo privado, tiende de hecho a la politización de la cuestión sexual, es decir, a una democratización, pero no puede sino tender a ella de una forma confusa, porque se halla oprimida entre el angelismo tradicional y el consumismo pornográfico: el uno producido por el viejo autoritarismo y el otro por el nuevo capitalismo«

Este consumismo pornográfico, típico de un vacío de valores, tiene un claro exponente en la psicología del hombre: por todos lados, buscando nuevas posiciones para realizar el coito, la gente recurre a los viejos textos orientales, el Kama Sutra y el Ananga Ranga, pero de ellos solo toman lo  superficial. En ellos la sexualidad aparece dotada de sentido, como todo lo demás del hombre. Así, en el Kama Sutra[14], de Vatsyayana, se dice que al crear a los hombres, el Señor de los Seres estableció las normas de su existencia en relación al dharma, artha y kama. Sin entrar en detalles, el dharma podemos compararlo al ejercicio de la salud y de la virtud, el artha al del dinero: artes, tierra, amigos, etc.. y finalmente el kama sería el disfrute de los objetos logrados por medio de los cinco sentidos. El kama es lo último y presupone lo anterior[15]. Lo mismo ocurriría si pretendiéramos actualizar a Ovidio: lo que él relata pertenece a un mundo ya pasado, y a nosotros no nos concierne, mirarnos en él es un gesto romántico e idealista y de evasión del presente[16].

            Personalmente me parecen reveladoras las ideas de Viktor Frankl. Nuestra época es de crisis de valores y ello no requiere más anuncio, aunque sí una investigación de efecto retroactivo para encontrar nuevas vías que doten de sentido a la humanidad del s. XXI. Frankl hace un llamado a la responsabilidad del hombre a la hora de hacerse cargo de su vida, de decidirse, de descubrir su vida. El hombre de finales del s.XX necesita tomar decisiones, pero no en un despacho y sobre temas que no le interesan sino sobre su vida, y esto incluye a la sexualidad y a la manera de delinearla para el s.XXI. No debemos caer en el error del pensamiento débil y abúlico: Frankl es todo opuesto al Kundera de La insoportable levedad del ser, donde los personajes deambulan presos de sus debilidades y tensiones sin llegar a tomar realmente una decisión responsable y madura[17].

Texto completo aquí

«Cuando sus amigos le preguntaban alguna vez cuántas mujeres había tenido en su vida, respondía con evasivas y si insistían decía: «Pueden haber sido unas doscientas». Algunos envidiosos afirmaban que exageraba. El se defendía: «No es tanto. Tengo relaciones con las mujeres desde hace unos veinticinco años. Dividid doscientos por veinticinco. Os saldrán unas ocho mujeres por año. No creo que eso sea tanto. Pero desde que vivía con Teresa, su actividad erótica topaba con dificultades organizativas; sólo podía dedicarles (entre la mesa de operaciones y el hogar) un estrecho espacio de tiempo que, aunque intensamente utilizado (tal como labra afanosamente su angosta parcela el agricultor en la montaña) no tenía comparación con el ámbito de dieciséis horas que había recibido repentinamente de regalo. (Digo dieciséis horas porque las ocho horas que empleaba en limpiar ventanas también estaban repletas de nuevas dependientas, empleadas y amas de casa a las que conocía y con las que podía quedar.)

¿Qué buscaba en ellas? ¿Qué era lo que le llevaba hacia ellas? ¿No es el acto amoroso la eterna repetición de lo mismo?»

Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, Quinta Parte, 9

[1] Shere Hite, El Informe Hite, Plaza&Janes, 7ª ed, 1991.

[2] Ibid., p.469. Cf. como importantes «La Revolución sexual», pp.467-532, y «Redefinir el sexo», pp.555-557.

[3] Hite continúa sus indagaciones pero desde un punto de vista quizá menos científico y más subjetivo en Buenos, malos…y otros amantes, en colaboración con K. Colleran, Círculo de Lectores, 1990. Cf. sobre todo «La Nueva sexualidad», pp.57-100, donde vuelve a hacer hincapié en la libertad de la mujer para decir sí o no a propuestas sexuales, la búsqueda de su propia sexualidad (todo ésto es aplicable al hombre), defensa de la masturbación, etc…, y sobre todo un mayor énfasis en los sentimientos y la afectividad, hacia una sexualidad erótica.

[4] p.554.

[5] De 1971 es un libro de Julia Sherman, Psicología de la mujer, publicado en Marova, 1978. Cf. «Biología de las diferencias debidas al sexo», pp.25-34, y «Diferencias psicológicas debidas al sexo», pp.35-68. Dice «el análisis de los datos no deja duda de que los hombre y las mujeres, aunque tienen biológicamente mucho en común, son radicalmente distintos desde el nacimiento«, p.34. «Es evidente que la psicología de la mujer no es la misma que la del hombre. Las diferencias entre los sexos aparecen ya en los recién nacidos. Por el momento se desconoce hasta qué punto estas diferencias son debidas a factores innatos.[…]Se ha demostrado que los factores culturales contribuyen a las diferencias entre los sexos en inteligencia, dependencia, agresividad y emotividad; sin embargo, la presión cultural no parece ser la única causa: las instituciones culturales pueden haberse constituído, en buena parte, a partir de auténticas diferencias biológicas«, p.67. Cifremos también J. Rostand, El hombre, Alianza, 1970 (de 1941), el capítulo «La sexualidad humana», pp.91-109. Rostand es biólogo, y apunta que «la fórmula cromosómica del huevo XX, XY, determina directamente el tipo de glándula genital, pero no determina más que indirectamente los caracteres sexuales secundarios, estando éstos determinados por la acción de sustancias químicas u hormonas, que elabora la glándula genital«.

[6] William Masters-Virginia Johnson, Manual de sexualidad humana, Pirámide, 1982 (original de 1979), y Respuesta sexual humana, de 1966.

[7] Usamos la 3ª edición s.XXI de 1987, en tres volúmenes: La voluntad de saber, El uso de los placeres, La inquietud de sí.

[8] Cf. Avoda k. Offit, El yo sexual, Grijalbo, 1978 (1977), «Introducción», pp.13-27. Hace especial hincapié en que la sexualidad es fuente de conocimiento del hombre, en lo sexual nos mostramos como veraderamente somos, con nuestros talentos y defectos, nuestras virtudes y nuestras debilidades. Evidentemente el colocar la sexualidad como fuente de constitución de la persona es de raigambre típicamente freudiana, y así Michel Foucault.

[9] Cf. Neil Smelser, Erik Erikson, Trabajo y amor en la edad adulta, Grijalbo, 1982 (1980), «Prefacio», pp.13-50.

[10] Cf. Nathaniel Branden, Cómo mejorar su autoestima, Círculo de Lectores, 1989 (1987). Proliferan los libros sobre cómo ser el número uno, cómo hacer amigos, ganar dinero, seducir. Todo esto es sintomático, junto al resurgimiento de las prácticas parapsicológicas, del tarot, etc…, de una crisis de valores y de sentido.

[11] Bárbara de Angelis apunta que «el noventa por ciento de los problemas sexuales no están relacionados con el sexo, sino que tienen sus raíces en las barreras emocionales que alzamos entre nosotros y nuestra pareja», p.303, in Cómo amar y hacer el amor toda la vida a la misma persona, Plaza&Janes, 1994 (1987), especialmente «Los secretos del sexo», pp. 225-356.

[12] Frankl, El hombre en busca de sentido, Herder, 1990 (1946), «Conceptos básicos de logoterapia», pp.97-128. La cita es de p.106.

[13] Cf.Valentini Di Meglio, La pareja al desnudo, Grijalbo, 1979 (1977), «Prefacio», pp.9-34. Meglio hace el análisis en el marco de Italia, pero hasta cierto punto sus conclusiones son extrapolables.

[14] El Kama Sutra, Aforismos sobre el amor, es un libro de alrededor del s. V después de Cristo. La primera edición en  una lengua europea data de 1873, en inglés. Usamos la edición de Ed. 29, 1994.

[15] Cf. «Del modo de adquirir el Dharma, Artha y Kama», pp.33-38.

[16] Se dice que cada vez que la sociedad situaba el amor como centro y preocupación básica de la cultura y de la vida -bien fuese de un amor idealizado y cortés, bien de un amor frívolo y carnal- Ovidio renacía de nuevo. Son famosas sus obras, en especial Arte de amar, del s.IIdC. Usamos la edición de Akal clásica, 1991.

[17] Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, RBA, 1992 (1984).

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