«en este mundo no se arriba jamás a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible»
(daß man das Mögliche nicht erreichte, wenn nicht immer wieder in der Welt nach dem Unmöglichen gegriffen worden wäre, Max Weber, Politik als Beruf)
«Siendo joven, incurrí en los mismos errores en que incurren la mayor parte de los jóvenes. Me lisonjeaba la idea de que el día que llegara a ser dueño de mis acciones, tomaría parte en la cosa pública (política). La situación en que en aquellos momentos se hallaba el Estado era la siguiente. Como había un gran número de descontentos, se hizo necesario un cambio,[…] Creía que estos hombres gobernarían el Estado, haciéndole pasar de las vías de la injusticia a las de la justicia, y en este concepto no perdía de vista ni sus personas, ni sus acciones. Pero he aquí con lo que me encontré apenas ocuparon el poder. El gobierno anterior, comparado con el suyo, parecía una verdadera edad de oro.«
Si «política» (dice Max Weber en LA POLÍTICA COMO VOCACIÓN, 1918) es la aspiración (Das Streben=ambición, tendencia) a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los distintos grupos de hombres que componen un Estado (acepción habitual del término), y éste es una relación de dominación de hombres sobre hombres sostenida por medio de la violencia legítima (es decir, de la que es considerada como tal), es entonces necesario que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan.
Y si se quiere acatación, el Estado necesita de legitimidades o justificaciones, que internamente vienen a ser tres: tradicional, carismática (vocacional), legal. Serían tres tipos de (dominación) política. Y la política puede ejercerse de forma ocasional o vocacional (profesional):
“Políticos ocasionales lo somos todos nosotros cuando depositamos nuestro voto, aplaudimos o protestamos en una reunión política, hacemos un discurso político o realizamos cualquier otra manifestación de voluntad de género análogo, y para muchos hombres la relación con la política se reduce a esto. Políticos profesionales son hoy, por ejemplo, todos esos delegados y directivos de asociaciones políticas que, por lo general, sólo desempeñan estas actividades en caso de necesidad, sin vivir de ellas y para ellas, ni en lo material, ni en lo espiritual.”
La cuestión es que o se vive para la política o se vive de la política (sin que la oposición sea excluyente).
“se alzan hoy abruptamente las más modernas formas de organización de los partidos. Son hijas de la democracia, del derecho de las masas al sufragio, de la necesidad de hacer propaganda y organizaciones de masas y de la evolución hacia una dirección más unificada y una disciplina más rígida. La dominación de los notables y el gobierno de los parlamentarios ha concluido. La empresa política queda en manos de profesionales de tiempo completo que se mantienen fuera del Parlamento. En unos casos son empresarios (así como el boss americano y el election agent inglés), en otros, funcionarios con sueldo fijo”
Lo malo de todo esto (aunque hoy día se vea de otra manera) es para Weber que «los miembros del Parlamento son, por lo general, unos borregos votantes perfectamente disciplinados” (sic). Y «Resulta lícito calificar la situación actual como una dictadura basada en la utilización de la emotividad de las masas”.
Weber resalta entonces la necesidad de políticos que vivan para la política. Puede decirse que son tres las cualidades decisivamente importantes: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. En todo caso la política está necesariamente conectada con la ética, distinguiéndose entre las acciones por convicción o por responsabilidad, cuya síntesis expresa en este último párrafo y viene a ser la perfecta legitimidad (¿por qué la política carece de ella en nuestro tiempo?)
“La política estriba en una prolongada y ardua lucha contra tenaces resistencias para vencer, lo que requiere, simultáneamente, de pasión y mesura. Es del todo cierto, y así lo demuestra la Historia, que en este mundo no se arriba jamás a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible; pero para realizar esta tarea no sólo es indispensable ser un caudillo, sino también un héroe en todo el sentido estricto del término, incluso todos aquellos que no son héroes ni caudillos han de armarse, desde ahora, de la fuerza de voluntad que les permita soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren mostrarse incapaces de realizar inclusive todo lo que aún es posible. Únicamente quien está seguro de no doblegarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado necio o demasiado abyecto para aquello que él está ofreciéndole; únicamente quien, ante todas estas adversidades, es capaz de oponer un ‘sin embargo’; únicamente un hombre constituido de esta manera podrá demostrar su vocación para la política”
Dentro de 4 días se cumplirán 48 años de la entrevista de Jean-Paul Sartre con Daniel Cohn-Bendit publicada en Le Nouvel Observateur. Otra política (vocacional?) es posible, con imaginación.
Jean-Paul Sartre. – Ce que beaucoup de gens ne comprennent pas, c’est que vous ne cherchiez pas à élaborer un programme, à donner à votre mouvement une structure. Ils vous reprochent de chercher à «tout casser» sans savoir – en tout cas sans dire – ce que vous voulez mettre à la place de ce que vous démolissez.
Daniel Cohn-Bendit – Evidemment! Tout le monde serait rassuré, Pompidou le premier, si nous fondions un parti en annonçant: «Tous ces gens-là sont maintenant à nous. Voilà nos objectifs et voici comment nous comptons les atteindre…» On saurait à qui l’on a affaire et on pourrait trouver la parade. On n’aurait plus en face de soi l’«anarchie», le «désordre», l’«effervescence incontrôlable».
La force de notre mouvement, c’est justement qu’il s’appuie sur une spontanéité «incontrôlable», qu’il donne l’élan sans chercher à canaliser, à utiliser à son profit l’action qu’il a déclenchée. Aujourd’hui, pour nous, il y a évidemment deux solutions. La première consiste à réunir cinq personnes ayant une bonne formation politique et à leur demander de rédiger un programme, de formuler des revendications immédiates qui paraîtront solides et de dire: «Voici la position du mouvement étudiant, faites-en ce que vous voulez!» C’est la mauvaise. La seconde consiste à essayer de faire comprendre la situation non pas à la totalité des étudiants ni même à la totalité des manifestants, mais à un grand nombre d’entre eux. Pour cela, il faut éviter de créer tout de suite une organisation, de définir un programme, qui seraient inévitablement paralysants. La seule chance du mouvement, c’est justement ce désordre qui permet aux gens de parler librement et qui peut déboucher sur une certaine forme d’auto-organisation. Par exemple, il faut maintenant renoncer aux meetings à grand spectacle et arriver à former des groupes de travail et d’action. C’est ce que nous essayons de faire à Nanterre.
Mais la parole ayant été tout à coup libérée à Paris, il faut d’abord que les gens s’expriment. Ils disent des choses confuses, vagues, souvent inintéressantes parce qu’on les a dites cent fois, mais ça leur permet, après avoir dit tout cela, de se poser la question: «Et alors?» C’est cela qui est important, que le plus grand nombre possible d’étudiants se disent: «Et alors?» Ensuite seulement, on pourra parler de programme et de structuration. Nous poser dès aujourd’hui la question: «Qu’allez-vous faire pour les examens?», c’est vouloir noyer le poisson, saboter le mouvement, interrompre la dynamique. Les examens auront lieu et nous ferons des propositions, mais qu’on nous laisse un peu de temps. Il faut d’abord parler, réfléchir, chercher des formules nouvelles. Nous les trouverons. Pas aujourd’hui. (…)
J.-P. S. – Ce qu’il y a d’intéressant dans votre action, c’est qu’elle met l’imagination au pouvoir. Vous avez une imagination limitée comme tout le monde, mais vous avez beaucoup plus d’idées que vos aînés. Nous, nous avons été faits de telle sorte que nous avons une idée précise de ce qui est possible et de ce qui ne l’est pas. Un professeur dira: «Supprimer les examens? Jamais. On peut les aménager, mais pas les supprimer!» Pourquoi? Parce qu’il a passé des examens pendant la moitié de sa vie.
La classe ouvrière a souvent imaginé de nouveaux moyens de lutte, mais toujours en fonction de la situation précise dans laquelle elle se trouvait. En 1936, elle a inventé l’occupation d’usines parce que c’était la seule arme qu’elle avait pour consolider et pour exploiter une victoire électorale. Vous, vous avez une imagination beaucoup plus riche, et les formules qu’on lit sur les murs de la Sorbonne le prouvent. Quelque chose est sorti de vous, qui étonne, qui bouscule, qui renie tout ce qui a fait de notre société ce qu’elle est aujourd’hui. C’est ce que j’appellerai l’extension du champ des possibles. N’y renoncez pas.
Article paru dans Le Nouvel Observateur du 20 mai 1968
Una respuesta para “no se arriba jamás a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible, vocación e imaginación al poder”