Sexualidad y represión: Malinowski contra Freud


            Malinowski es uno de los grandes antropólogos del s.XX, lo que es decir de toda la historia de la Antropología y de su constitución como indagación seria, al margen de ser más o menos científica. Fundador de la Escuela Funcionalista de Antropología, sus mejores obras son de los años 20 y 30 del s.XX, y es uno de los primeros en hacerse acopio de las teorías de Freud para comprobarlas en otras culturas. Sobre todo la tesis de Freud de que su complejo de Edipo es universal. Hemos visto antes que esta noción es uno de los pilares de todo el constructo del psicoanálisis y de todas las teorías de Freud, y si fuera falso sería terrible.

            Como precursor del funcionalismo aplicado a Antropología digamos que impuso por primera vez una visión culturalista de las sociedades, siendo el primero en hacer un estudio de la cultura per se[1]. No equivale a civilización, término que Malinowski reserva para la cultura de sociedades avanzadas. Pues la cultura per se incluiría los artefactos, bienes, procedimientos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados. Tenemos así lo físico y lo inmaterial unidos. Los artefactos (lo físico) serían los aspectos más evidentes y tangibles, al tiempo que son indicadores del nivel y eficacia de la cultura. Claro que los artefactos por sí mismos no valen nada si no van unidos al conocimiento necesario para manejarlos, por lo que la cultura material requiere así de una masa de conocimientos intelectuales, sistemas de valores morales, espirituales, económicos, una organización social por tanto y un lenguaje (lo inmaterial).

Y cada cultura reproduciría un tipo humano a su medida:

«las manos, los brazos, las piernas y los ojos se ajustan mediante el uso de las herramientas a las habilidades técnicas necesarias en una cultura«.

Así también las emociones, el lenguaje, la ciencia, la religión, etc… El lenguaje sería un artefacto más y como tal maleable según el tipo de cultura dado:

«El aprendizaje del lenguaje consiste en el desarrollo de un sistema de reflejos condicionados que al mismo tiempo se convierten en estímulos condicionados«.

El significado de las palabras, en la concepción de Malinowski, consistiría en lo que logran mediante la acción concertada, la manipulación indirecta del medio ambiente a través de la acción directa sobre otros organismos. La organización social sería un elemento importante: los seres humanos estarían unidos entre sí por su conexión con un determinado sector del medio ambiente, por su asociación con un refugio común y por el hecho de llevar a cabo ciertas tareas en común. Los impulsos, deseos, etc…, estarían, dentro de cada sociedad, soldados a sistemas específicos: los sentimientos, que determinan las actitudes de un hombre hacia los miembros de su grupo, hacia los objetos materiales que le rodean. Esto es, la formación de sentimientos se basa siempre en el aparato cultural de la sociedad. Fundamentalmente por tanto, tiene la cultura dos aspectos: el material de los artefactos y el inmaterial de las costumbres. Malinowski quiere aquí rescatar al individuo frente a lo supraindividual que podría indicar este concepto de cultura: la realidad de esta supraindividualidad consiste en la masa de cultura material que permanece fuera de cualquier individuo y sin embargo le influye de manera fisiológica normal: las costumbres.

            Frente al evolucionismo, etapista en el desarrollo de la cultura y que indaga el origen in statu nascendi de cada elemento de una cultura, como si fueran independientes y buscando sus transformaciones, mediante el concepto de survival, y el difusionismo, basado en la imitación o adquisición de los elementos de una cultura de otras, hablándose de rasgos culturales comunes a muchas culturas, Kulturcomplexe, Malinowski ofrece su postura funcionalista.

Al evolucionismo le critica que las instituciones fundamentales de la cultura humana no cambian mediante transformaciones sino mediante la creciente diferenciación de su forma según una función cada vez más concreta. En todo caso, la investigación evolucionista ha de ir precedida de un análisis funcional de la cultura dada.

A los difusionistas les objeta que la cultura consta de la masa de bienes o instrumentos, así como de las costumbres y los hábitos corporales o mentales que funcionan directa o indirectamente para satisfacer las necesidades humanas. Todos los elementos de la cultura deben estar funcionando, ser activos, eficaces. No es correcto entonces centrar el análisis en los posibles rasgos culturales que son inútiles en una cultura dada. Cabe que haya elementos culturales que in forma sean idénticos en dos culturas, pero esto poco nos dice sobre ellos: es preciso averiguar a qué función se aplican, qué necesidad pretenden satisfacer, de manera que en rigor no es posible hablar de un elemento cultural común si no es por referencia a necesidades y funciones.

A la antropología funcional le interesa entonces sobre todo la función de las instituciones, costumbres, herramientas e ideas. Malinowski mantiene además que el proceso cultural está sometido a leyes y que las leyes se encuentran en la función de los verdaderos elementos de la cultura:

«Pues tanto el más simple como el más complejo de los artefactos se define por su función, por el papel que juega dentro de un sistema de actividades humanas; se define por las ideas conectadas con él y por los valores que envuelven«.

Además, las verdaderas componentes de las culturas con un alto grado de permanencia, universalidad e independencia, son los sistemas organizados de actividades humanas, llamados instituciones. Cada institución se centra alrededor de una necesidad fundamental, une permanentemente a  un grupo de personas en una tarea cooperativa y tiene su cuerpo especial de doctrina y técnica artesanal. Claro que cabe la satisfacción de una necesidad por varias instituciones o al contrario. Malinowski sería simplista si no prosiguiera su análisis: es obvio que todos sabemos de instituciones que es posible que satisfagan necesidades, pero seguro que no fisiológicas ni vitales. Es a partir de la satisfacción de estas necesidades fundamentales (radicales) que se forman imperativos derivados. Un ejemplo de institución múltiple es la familia: satisface la reproducción, la nutrición, economía, religión: es quizás la más importante: es el lugar donde se sirve a la continuidad cultural mediante la educación. Como ejemplo de imperativos instrumentales o derivados citemos la organización económica, la ley, la educación, la magia, la religión y la ciencia[2], a más del arte.

Malinowski pretendió así cientifizar el estudio de la cultura[3], estableciendo lo que se ha convertido en las precondiciones para la teoría antropológica: la liquidación de las nociones apriorísticas sobre los pueblos anteriores a la escritura:

«Pertenece a Malinowski el mérito de haber hecho del funcionalismo el acompañante estratégico de un enfoque científico general de la cultura humana y, en un grado no inferior, el de haber desarrollado una teoría aplicada del funcionalismo como forma de la investigación de campo en las sociedades primitivas«[4].564e579a19079633198b4569-__rs180x180__

Los puntos fundamentales del funcionalismo ya los hemos visto: naturaleza progresiva de la cultura, que es vista como algo suprabiológico, considerando que cada elemento de ella, ya sea material o inmaterial cumple una función específica de satisfacción de una necesidad, de modo que desde un punto de vista evolucionista se considera que las instituciones progresan de manera que se vayan acomodando a sus funciones.

«Es una nueva concepción de la cultura. Esta clase de teoría aspira a explicar las realidades antropológicas en todos sus niveles de desarrollo por su función, por la parte que juegan dentro del sistema integral de cultura, por la manera como se hallan relacionadas unas con otras dentro del sistema y por la forma en que este sistema se halla vinculado al contorno físico«[5].

El ejemplo más explícito de aplicación de este método (que es también teoría) nos lo dejó Malinowski en su Vida sexual de los salvajes:

«Al publicar esta monografía mi objeto era demostrar el principio básico del método funcional: deseaba mostrar cómo sólo una síntesis de hechos referentes al sexo puede dar una idea cabal de lo que la vida sexual significa para un pueblo«[6].

El objeto fue mostrar que, fuese cual fuese el punto de observación, el problema sexual, la familia y el parentesco presentan una unidad orgánica imposible de romper.

            Hecho este encuadre el camino nos invita a analizar la postura de Malinowski en su enfrentamiento con Freud. Malinowski ataca directamente lo que llamaríamos el eje de flotación de la teoría psicoanalítica, al poner en duda el valor universal del complejo de Edipo y relativizarlo al tipo de familia que impere en la sociedad dada, al tiempo que echa por tierra el mito del origen del tabú del incesto y por tanto desarticula gran parte de las hipótesis de Tótem y Tabú, y de, por tanto, la concepción de Freud de la cultura como opuesta a la naturaleza. Veremos que Malinowski va a mantener totalmente lo contrario: que la cultura es una continuación diríamos cálida de la naturaleza, al tiempo que matiza, pues podríamos pensar que así no es en la cultura occidental: claro, el problema es el tipo de organización familiar que tengamos: en la sociedad occidental es la familia patrilineal, provocadora de muchos más traumas y represiones que la matrilineal. Malinowski aboga por tanto por este tipo de organización, colocando a los «salvajes» en un paraíso de libertad sexual, donde sus integrantes no tienen ninguna razón para ir al psiquiatra.

            Todo Sexo y represión en la sociedad salvaje es un cara a cara con Freud y con dos obras especialmente importantes que el mismo Malinowski maneja, y que nosotros hemos expuesto en lo esencial en el apartado de Freud: los ensayos sobre teoría sexual infantil y el libro sobre el totemismo.

            Como expone Malinowski,

«La doctrina psicoanalítica es esencialmente una teoría de la vida familiar sobre la mente humana. Nos demuestra cómo las pasiones, tensiones y conflictos del niño en relación con su padre, madre, hermano y hermana conducen a la formación de ciertas actitudes mentales o sentimientos hacia ellos de carácter permanente. Estos sentimientos, que en parte viven en la memoria y en parte se depositan en el inconsciente, influyen sobre la vida posterior del individuo en sus relaciones con la sociedad«[7].

EL hecho fundamental será el complejo de Edipo. La estrategia de Malinowski es entonces atacar lo más obvio: si el complejo se da en la familia, si varía ésta en cuanto a forma, ¿variará el complejo?

            En vista a este problema Malinowski procede comparativamente considerando los dos tipos de familia, que al margen de ser los dos únicos que él conocía, consideraba como los más opuestos radicalmente: la familia patrilineal de las sociedades occidentales modernas, y la matrilineal de ciertas comunidades insulares de la Melanesia Noroccidental. Al llegar aquí, si el lector lo permite, debemos explicar técnicamente cómo se entiende en Antropología el parentesco y la filiación: debemos distinguir entre términos de parentesco, esto es, las palabras utilizadas para parientes diferentes en una lengua particular, y los tipos de parientes biológicos, que son reales. Así, un término de parentesco puede englobar varias relaciones genealógicas. En Europa el grupo de parentesco más importantes es la familia nuclear, y así crece el niño: los padres biológicos le influyen directamente al tiempo que el crío se ve separado del resto del grupo parental, de los tíos, abuelos, etc… Es un tipo de parentesco bilateral, pues las personas tienden a percibir los vínculos de parentesco por vía masculina o femenina como equivalentes.

            Claro que la familia patrilineal en cierta medida ha subsistido en Europa, y en España: es la familia nuclear, pero unilateral a favor del parentesco del padre. En la familia matrilineal es la línea parental de la mujer la que cuenta. El varón o la niña pertenecen entonces al clan de la madre: el varón hereda así la posición social y las dignidades del hermano de la madre, y hereda también las posesiones de su tío o tía maternas. En esta sociedad matrilineal, el matrimonio, aunque es monógamo y respeta la exclusividad sexual, la unión económica, etc…presenta un rasgo característico: El marido no es considerado el padre de los hijos en el sentido que nosotros le atribuimos a esa palabra; desde el punto de vista fisiológico no tiene nada que ver con el nacimiento de los hijos. Los nativos (trobriandeses) no conocen la paternidad física. El padre es sólo el marido de la mujer, y en cuanto tal un amigo de los hijos, ante los que no tiene ninguna fuente de autoridad. Sí la tiene en cambio el hermano de la madre: los hijos de su hermana son sus únicos herederos y sucesores. Dice Malinowski entonces que éste es el que encarna la figura del padre occidental. El casamiento es patrilocal por otro lado, de manera que la joven se reúne con el marido en la casa de él. En las Trobriand, por tanto, la madre es independiente de su marido, que no gana su sustento ni el de los hijos, no teniendo sobre ellos autoridad socialmente reconocida. Pero los parientes de la madre sí están dotados de influencia autoritaria, especialmente el hermano, que es quien ejerce la autoridad y produce los víveres para la familia.

            Sobre estos dos tipos de familia, Malinowski va a analizar el desarrollo de la sexualidad en los infantes, y qué tipos de complejos adquieren, si es que adquieren alguno. Para ello Malinowski divide la infancia en 4 períodos: lactancia, hasta el destete (1-2 años), infancia, hasta los 6 años, niñez, hasta la pubertad, y la pubertad propiamente dicha.

            En lo relativo a la lactancia, no habrían grandes diferencias entre los dos tipos de familia en la manera de criar al hijo, excepto en el papel del padre. Malinowski comete aquí un error debido sobre todo a que analiza más bien la familia burguesa acomodada, aunque hasta cierto punto tenga razón. Aduce que en nuestra sociedad el padre desempeña un papel cuasi nulo con respecto al bebé, lo que hoy día no está tan claro, aunque sí es verdad la proliferación de nurseries, y de que aún la mujer es la única que contacta con el niño. En cambio, en los trobriandeses el padre desempeña un papel mucho más activo.

            En la infancia el chico ya camina y habla. Aquí Malinowski supone, como decíamos, que los occidentales separamos al niño de los padres, dejándolo al cuidado de nurseries, con lo que, dado el deseo del niño de estar con su madre, se le somete a un primera represión. En cambio, en la familia matrilineal el destete se produce después que en Occidente, una vez que el niño es casi totalmente independiente y no necesita de la madre, por lo que no hay desgarramiento. Al tiempo que la madre ejerce poca o ninguna disciplina sobre los hijos, de manera que supone Malinowski éstos no pretenden satisfacerla y satisfacerse buscando su aprobación y son así más independientes que los niños patrilineales, los cuáles se ven sometidos al afecto de sus madres, de manera agobiante diría Malinowski, y a la presencia tiránica del padre. Aquí está ya en germen el complejo de Edipo, deseo de estar con la madre, y acitud ambivalente hacia el padre, temor por su castigo al tiempo que su conversión en un semidios, el super-yo primero del niño. En los trobriandeses, como el padre no es nadie diríamos, no ejerce ninguna represión sobre los hijos. Al contrario, se muestra afectuoso con ellos, pues estos nativos piensan que el marido está en deuda con la mujer por sus servicios sexuales. Es en esta época cuando surgen los impulsos sexuales para Freud. Malinowski hace notar que el niño empieza a distinguir entre lo indecente y lo decente. Lo primero giraría en torno de las funciones excretoras, el exhibicionismo y los juegos obscenos y crueles. De nuevo, mientras que en Occidente la línea represora continúa (el niño empieza a ver un rival en el padre), en Melanesia parece que los niños no tienen el concepto de indecente, y por tanto apenas sufren traumas. Malinowski, en contra de Freud, mantiene que a esta etapa es imposible atribuirle interés genital. Así, en los melanesios no existe un período de interés pre-genital o erótico-anal.

            Más aún, mientras en Europa el niño pasa de la intimidad de la familia a la fría disciplina de la escuela o de otra preparación preliminar, en Melanesia el proceso de emancipación es libre, gradual y agradable. Es en este perído cuando se afianza el complejo de Edipo en la familia patrilineal, mientras que en Melanesia aparece por primera vez la figura del kada, el hermano de la madre. Con la diferencia de que nunca entra en la intimidad de la familia. El kada aporta a la vida del niño dos cosas: la represión y la ambición, para el niño. Aparece el tabú de sus hermanas. Sin embargo, por la posición externa a la familia del kada, la represión es mucho más mitigada.

            En la niñez, hasta la pubertad, para Freud sucede el período de latencia. El niño occidental sigue una rígida disciplina: los deberes de la escuela o si trabaja con su padre, los que él le mande. Sin embargo, en Melanesia no hay tabú del sexo en general: las funciones naturales no se encubren. En Melanesia, en esta etapa, los niños son completamente independientes, no siguen ninguna severa disciplina, al contrario juegan juntos formando una especie de república juvenil, y se dedican a pasatiempos sexuales. El interés es sin duda ya genital: son juegos determinados por el deseo de imitar los actos e intereses de los niños mayores y de los adultos. Se trata de jugar al matrimonio esencialmente. Sólo hay un tabú: el que hay entre hermano y hermana: la imposición de este tabú conduce a una temprana disolución de la vida familiar, pues los varones y las niñas, con el fin de evitarse mutuamente, deben dejar la casa paterna e ir a otra parte. Esto es, «a condición de que un tabú sea respetado de la manera más acabada y estricta, la sociedad otorga plena libertad a la sexualidad infantil«[8].

            En la pubertad, mientras el occidental se siente confundido frente a su madre, siente vergüenza ante las mujeres de su familia, y adquiere la hombría característica del adulto, sintiendo repulsa ante el otro sexo (como con sus padres), de manera que «la nueva fusión de ternura y sexualidad que aparece hacia el final de la pubertad confunde los recuerdos infantiles de la ternura maternal con los elementos nuevos de la sexualidad. La imaginación y especialmente las fantasías oníricas le juegan malas pasadas y le acarrean una  terrible confusión mental«, en Melanesia, como el púber ya inició sus actividades sexuales, pues no tuvo período de latencia, simplemente hay una continuidad gradual y agradable hacia el adulto. No siente vergüenza ante nada ni represiones, excepto el tabú hermano-hermana. Aquí la familia se desmembra completamente: surge la institución del bukumatula[9]. Donde impera la libertad sexual: los adolescentes viven juntos. En cuanto a los afectos, los púberes no experimentan ninguna gran sacudida: reafirman el papel de su madre, al tiempo que se separan de ella sin traumas. El kada deja de intervenir por algún tiempo, y cuando regresa por compensación el hijo desarrolla un amistad de por vida con el padre. Las únicas fuerzas represivas aparecen explícitamente en esta útlima etapa y consisten en la sumisión a la ley matriarcal de la tribu y las prohibiones de la exogamia.

            Por tanto concluye Malinowski, «si aplicamos a cada sociedad una fórmula sucinta aunque algo tosca, podríamos decir que en el Complejo de Edipo subyace el deseo de matar al padre y de casarse con la madre, mientras que en la sociedad matrilineal de los trobriandeses el deseo es casarse con la hermana y matar al tío materno«[10]. Malinowski cree entonces haber demostrado ya que existe un complejo diferente según el tipo de familia, y por ello el Complejo de Edipo no es universal.

Texto completo aquí

[1]Cf. Malinowski, «Cultura», en Kahn, El concepto de cultura: textos fundamentales, Anagrama, Barna, 1975. El texto es de 1931.

[2]Cf. Malinowski, Magia, ciencia y religión, Planeta-Agostini, 1985 (1948). En este libro analiza estas tres importantísimas instituciones explicándolas convenientemente frente a la confusión que reinaba en su época: la ciencia familiarizaría al hombre con su entorno; la religión establecería, fijaría e intensificaría todas las actitudes mentales dotadas de valor: respeto por la tradición, armonía con el entorno; mientras que la magia le proporcionaría al hombre primitivo actos y creencias ya elaboradas, con una técnica mental y una práctica definidas que sirven para salvar los abismos peligrosos que se abren en todo afán importante o situación crítica. La magia de amor es con mucho la más rica e importante.

[3]Cf. «Crimen, costumbre y cultura: observaciones sobre la teoría funcionalista de Bronislaw Malinowski», I. Horowitz, in Malinowski, Sexo y represión en la sociedad salvaje, Nueva Visión, Buenos Aires, 1974 (1961), pp.7-37; y «Prólogo del autor a la tercera edición», pp. 25-45 in Malinowski, La vida sexual de los salvajes, Morata, Madrid, 1975.

[4]Sexo y represión…, p.15

[5]Vida sexual, p.32.

[6]Vida sexual, p.25.

[7]Sexo y represión, pp.47-48.

[8]Ibid, p.87.

[9]Cf. sobre todo esto, «Relaciones prenupciales entre los sexos», in La vida sexual de los salvajes, pp.87-101. El adolescente, separado rigurosamente de su hermana, tiene su lecho propio ahora en una casa de célibes, donde suele cohabitar con miembros del otro sexo. Es el camino previo al matrimonio. No hay un matrimonio de grupo: «tenemos que habérnoslas con un cierto número de parejas que, si bien pasan la noche en una casa común, no permiten ninguna promiscuidad entre ellas, hallándose cada una comprometida en una unión particular y exclusiva. Jamás se produce un intercambio de parejas, y la caza en vedado y las complacencias son igualmente desconocidas«, p.99.

[10]Ibid., p.102.

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