Cartas a Felice Bauer de Kafka: de insecto a objeto inútil


Kafka mostró un afán desmedido por la literatura que es explícito en las Cartas a Felice[1], su fallido intento de matrimonio y posiblemente la fuente más intensa de muchas de sus mejores obras, y ciertamente de todas las que escribió entre 1912 y 1917.

En este intensísimo carteo -varias todos los días en 1912- de más de mil cartas, Kafka muestra rasgos de su personalidad patológica y a veces de poco tacto. Su afán de darse a conocer le puede haber llevado a no filtrar los estratos menos sociables de su personalidad. Aunque lo importante aquí son precisamente los motivos por los que Kafka mantiene una relación difícil con Felice hasta llegar a romper: lo que les separa es la literatura:(1-XI-12) «Mi vida, en el fondo, consiste y ha consistido en intentos de escribir, en su mayoría fracasados[..]No escribir me hacía estar por los suelos, para ser barrido«. Ser barrido como el insecto de La metamorfosis, un hombre que se transforma porque su vida consiste en el negocio, en la rutina, y por eso no puede desarrollar precisamente sus talentos: es como una advertencia de Kafka: si no fuera por la literatura, mi trabajo de oficina  me convertiría en un insecto, y mi destino sería la muerte. Así deja caer en una carta a F.B. del 28-XI-12 que «Ignoro por completo la edad que tengo ahí (una foto). En aquel entonces aún me pertenecía por entero, y me parece que ello ha debido ser muy agradable. Por ser el primogénito me han hecho muchas fotos, y por tanto hay toda una serie de metamorfosis. A partir de ahora lo que se ve en cada foto es peor y peor, ya lo verás. En la próxima estoy en plan de mono de mis padres». Contra eso, la literatura sigue siendo lo importante: «No puede decirse que en lo tocante a la literatura haya en mí nada superfluo […] Si existe un poder superior que quiere utilizarme, o que me utiliza, estoy en su mano como un instrumento netamente elaborado […] si no, no soy absolutamente nada y de pronto me encontraré de sobra en medio de un inmenso vacío«. O también «Cuando no escribo siento como si una mano inflexible me arrojara de la vida a empujones» (20/21-XII-12). Está claro, y paradójicamente dice que su valor para acercarse a Felice coincide con sus épocas de gracia de escritor. En ese momento Felice Bauer es para él como el mundo, al que llega por el lenguaje (escribir), pero que precisamente no llega. Sólo escribiendo adquiere el valor de acercarse pero es que escribiendo se aleja de ella (carta a F.B. del 1 de Noviembre de 1912). Ya casi desde el principio (conoció a Felice en Agosto de 1912 y le escribió por primera vez el 20 de Septiembre), su relación es tortuosa. El 9 de Noviembre escribe una carta para cortar con ella que nunca llega a enviar, pero el 11 le dice que «Estoy lo justo sano para mí, pero no para el matrimonio y menos para tener hijos«. Digamos que casarse sería una manera de librarse del padre, quizás de convertirse en otro padre, de dejar de ser niño, de perder la melancolía, la fuente de su inspiración. «Cuanto más escriba y más me libere, más puro y digno de ti llegue quizás a ser, si bien quedan aún, desde luego, muchas cosas en mí que es preciso echar fuera» (24-XI-12). Aquí Kafka muestra cómo escribir es para él una liberación de cosas que lleva dentro y quiere echar fuera, y son precisamente las que le impiden estar con ella, diríamos, ser adulto. También escribir es como su medicina para librarse de los dolores de  cabeza (1-V-13). Esta extraña relación entre escribir y su intento matrimonial, la explicita a Kafka en un poema chino (14/15-1-1913) que envía a Felice:

«En la noche fría, absorto en la lectura

de mi libro, olvidé la hora de acostarme.

Los perfumes de mi colcha bordada en oro

se han volatilizado ya, el fuego se ha apagado.

Mi bella amiga, que hasta entonces a duras penas

había dominado su ira, me arrebata la lámpara

y me pregunta: ‘sabes la hora que es?'»

Qué es, a fin de cuentas, escribir para Kafka?

«Abrirme desmesuradamente; la más extrema franqueza y la más extrema entrega, en las que todo ser ya de por sí cree perderse, en su trato con los demás, y ante las que, por lo tanto, se echará para atrás mientras esté en sus cabales, no son ni de lejos suficientes«.

La relación con Felice no basta, sería contraproducente para Kafka, pues él quiere: «Con frecuencia he pensado que la mejor forma de vida para mí consistiría en encerrarme en lo más hondo de una vasta cueva con una lámpara y todo lo necesario para escribir«. Le traerían, como en La Metamorfosis, la comida y la dejarían lejos de donde él estuviera instalado. Kafka, el taciturno o coloso del silencio, el habitante de la cueva. «Lo único que tengo son no sé qué fuerzas que, en condiciones normales, son capaces de concentrarse a insospechada profundidad para hacer literatura, fuerzas en las que no me atrevo a confiar de ninguna manera, dadas mis actuales condiciones físicas y profesionales, pues frente a todas las exhortaciones internas de dichas fuerzas se alzan, cuando menos, otras tantas advertencias interiores. Si me estuviera permitido confiarme a ellas, sin duda me sacarían de toda desolación interna de una vez«. Así dice Kafka el 16-VI-13. Esa desolación interna es terrible: dice el 18/19 de Febrero de 1913: «Desearía poseer una mano poderosa, sin otro fin que el de sacudir como es debido esa incoherente construcción que es mi yo […] Cuando vuelvo la mirada a mi interior veo tanta maraña y confusión que ni siquiera soy capaz de hallar el porqué exacto de la repulsión que siento contra mí mismo, o de asumirla en su integridad«. Su pasión es escribir, él desearía (13-VII-13) «pasarme las noches escribiendo como un loco, eso es lo único que yo quiero. Y que ello me haga derrumbarme aniquilado, eso lo quiero también, porque es la consecuencia necesaria y por largo tiempo presentida«. Sólo falta ya decir que (14-VIII-13) «Yo no tengo interés alguno por la literatura, lo que ocurre es que consisto en literatura, no soy ninguna otra cosa ni puedo serlo«. Es como el diablo dentro de Kafka que le obliga a escribir: si la literatura le dejase Kafka moriría. Por eso que no puede insertarse en la comunidad, casarse con Felice, ella sería desgraciada (22-VIII-13)»sería una vida claustral al lado de un hombre malhumorado, triste, taciturno, insatisfecho, enfermizo, el cual se halla encadenado por cadenas invisibles a una invisible literatura«. Al mismo padre de Felice le llega a escribir una carta advirtiéndole contra él como novio de su hija: (28-VIII-13) «La totalidad de mi ser se orienta por entero hacia el hecho literario. Soy taciturno, insociable, hosco, egoísta, hipocondríaco y auténticamente enfermizo«.

La visión de Kafka no puede ser más clara: él vive para la literatura, para salvarse? Podría ser como un autopsicoanálisis, ya decía Freud que para conocerse a uno mismo es preciso un día coger unos cuantos folios y empezar a escribir lo primero que a uno le venga a la cabeza, por absurdo que sea. Sólo que en el resto de los mortales serían absurdos mediocres: en Kafka genialidades. Como dice Brod: «un caso especial de genialidad, por su carácter indecible. Preocupado como solía estar por disimular las discordancias resultantes de su genialidad. Discordancias que eran, por otra parte, apenas perceptibles, sólo rudimentos, como, por ejemplo, su falta de puntualidad«. Y su humor, del que Brod (Franz Kafka, Madrid, Alianza, 1974) decía que «si los ángeles gastaran bromas en el cielo, deberían hacerlo en el lenguaje de Franz Kafka«. Kafka tuvo un sonrisa metafísica. Alrededor de sus libros se abre la totalidad del mundo (del lenguaje). Puede encontrar la salvación? No, ha sido condenado por el padre. Entonces sólo queda transformarse en un objeto inútil, como Odradek.

Texto completo aquí

[1]F. Kafka, Cartas a Felice, Alianza Tres (1912-1917).

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