Europa del este presa del odio: refugiados y patologías de Occidente


Plano como la mesa

sobre la que se extiende.

Bajo él nada se mueve

ni busca una salida.

Sobre él mi humano aliento

no crea remolinos de aire

y deja en paz

toda su superficie.

Sus llanuras y valles siempre son verdes,

sus mesetas y montes, amarillos y ocres,

y los mares y océanos de un azul amigable

en sus desgarradas orillas.

Aquí todo es pequeño, cercano y accesible.

Puedo con el filo de la uña aplastar los volcanes,

acariciar los polos sin gruesos guantes;

puedo con una mirada

abarcar cualquier desierto

junto a un río que está justo ahí al lado.

Las selvas están marcadas con algunos arbolitos

entre los que sería difícil perderse.

Al este y al oeste,

sobre y bajo el ecuador,

un espacio sembrado de un silencio absoluto

y en cada oscura semilla

hay gente viviendo tan tranquila.

Fosas comunes y ruinas inesperadas,

de eso nada en esta imagen.

Las fronteras de los países son apenas visibles,

como si dudaran si ser o no ser.

Me gustan los mapas porque mienten.

Porque no dejan paso a la cruda verdad.

Porque magnánimos y con humor bonachón

me despliegan en la mesa un mundo

no de este mundo

Mapa (por Wislawa Szymborska)

Decía Agnes Heller en 1992

«Y, finalmente, está el notorio problema de la magnitud todavía indefinida de la Comunidad Europea y el flujo de refugiados vinculados a este problema, […] Aquí de nuevo la eurocracia tiene bonitas cosas que decir sobre derechos humanos (y francamente es mejor enfrentarse con las burocracias que con los ásperos mandatos que antes se dirigían a los refugiados), pero no aplica políticas auténticas»

Fragilidad europea, El País, 22 de septiembre de 1992

Y parece que la historia le da la razón como dice duramente en el periódico italiano La Repubblica de 3 de Septiembre de 2015 sobre el problema de los refugiados.

«Mentre la Germania è cambiata, in molti Paesi di questa area i fantasmi della storia non sono mai andati via. E se continua così, tanti rischiano di non poter essere salvati«

Agnès Heller: «L’Europa dell’Est ostaggio del bisogno di odio»La Repubblica

En un tono que se va endureciendo in crescendo alude incluso al holocausto judío o Shoah frente al que todo el mundo miró para otro lado «mi chiedo, se qui continuerà così, quanti migranti col numero sul braccio in Cèchia o respinti a Budapest dai treni per Berlino pur avendo pagato il biglietto, non potranno essere salvati?» Está claro que incluso Merkel es consciente de que una Europa sin hijos necesita de inmigrantes para mantener el Estado de Bienestar, aunque hay vientos que apuntan al contrario como es el caso de políticos como Orban a los que acusa de reavivar las cenizas del odio y de la exclusión con consignas como «¿Queréis alimentar a vuestros hijos o a los inmigrantes?».

Está Europa actuando bien o va a contracorriente de la historia? La dureza de las respuestas de Heller solo puede entenderse desde su manera de entender la historia reciente de Europa desde al menos la modernidad y en términos de experimentos socio-políticos fallidos y patologías sobre los que no podemos volver a caer, y que los recientes problemas en torno a inmigrantes y refugiados parecen sin embargo confirmar. Merece la pena detenerse en sus análisis de la cuestión en el libro que reúne escritos suyos y de Ferenc Fehér, El péndulo de la modernidad. Una lectura de la era moderna después de la caída del comunismo, Barcelona:Península, 1994

«la visión  dominante de la Historia entre los modernos es que es una invención humana y una narrativa universal cuya validez podría extenderse potencialmente mucho más allá del grupo que la inventó […]  En ambos casos la modernidad es la primera época que tiene una solución al enigma planteado por la trayectoria completa de la raza humana» [Heller 1994:188].

            Agnes Heller ejemplifica aquí el abandono de la teoría de la historia marxista, de la gran narrativa en pos de una conciencia histórica nueva, posmoderna, que se ve ya surgir en Merleau-Ponty, y de ahí el análisis de las obras de este autor. Una vez abandonada la gran narrativa, la política para Heller tiene la tarea, menos espectacular que la promovida por Merleau-Ponty y Lukács (que la dialéctica produjera una revolución de los fundamentos de la condición humana, lo que era algo cuasi-religioso, salvífico, de redención de la violencia que rige entre las conciencias individuales, y que Merleau-Ponty pensaba superar con la Historia, lo que para Heller es un ejemplo de la patología del pensamiento político), de mediar en el multiverso de opiniones y proyectos cuya pluralidad no debe de ser reducida nunca más a ningún proyecto dialéctico de la Historia. El eje de El péndulo de la modernidad es así que las revoluciones del Este no solo completan la obra de 1789 sino que también ponen fin a la adolescencia de la modernidad (inercia que posiblemente impregna igualmente las llamadas revoluciones de la primavera árabe). Estamos por lo tanto en la mayoría de edad, adultez de la modernidad. Y en esta adolescencia el comunismo no fue sino un experimento violentamente dirigido al modo de la supervivencia en la naturaleza de Darwin. Y más aún, el Gran Experimento estaba bien arraigado en algunas de las tendencias principales de la modernidad (revolución y planificación científica de la sociedad), y no es meramente una desviación del curso normal de ella. Se impone entonces que con el fin de este Gran Experimento nos preguntemos (debería toda la modernidad preguntarse) hacia dónde caminamos.

Lo evidente y más importante es que tras el fracaso del  Gran Experimento se ha producido la cancelación del proyecto faústico, ese viaje al futuro de la sociedad alternativa. Ya no se debe seguir manteniendo el proyecto de trascendencia absoluta de la modernidad. Un proyecto que los autores ligan además a la Esperanza de Bloch (La situación de la esperanza al final del siglo y El marxismo como política: un obituario), pues

únicamente actuamos bajo el signo de la Esperanza si anhelamos un mundo completamente distinto al nuestro

Este culto moderno a la Esperanza fomentó experimentos irresponsables sobre seres vivos y llenos de sufrimientos, de manera que el experimento comunista sería un catálogo sobre las patologías de la modernidad, de las esperanzas perniciosas:

  • la ilusoria-destructiva (la de la trascendencia absoluta),
  • deificadora (del hombre, en cuanto señor de la naturaleza),
  • y autocontradictoria (la del paraíso sobre la tierra -sea materialista o idealista)

La imaginación de la modernidad no podía aceptar nada que no fuera la solución final, pero en la sociedad insatisfecha en que vivimos, la solución final eliminaría el problema, y así la complejidad de un mundo que no puede vivir sin tal problema. Para eliminar las esperanzas perniciosas la modernidad necesita un autotratamiento psicoanalítico:

un discurso equilibrado que no haga ninguna concesión a los violentos deseos autodestructivos o destructivos, reprimidos de la modernidad traumatizada, pero que simplemente no los censure, puede ser el primer paso hacia la eliminación de las esperanzas traumáticas”

melasudaQué nos queda entonces? Pasando por las visiones de la modernidad (que curiosamente parecen confirmarse en los problemas en torno a la inmigración y a los refugiados)

  • autocomplaciente, en la que está prohibido esperar la trascendencia absoluta (una modernidad escasa de solidaridad, de emancipación, etc.., de  valores humanistas, lo que es una gran limitación ya que renunciaríamos a la mitad de lo que ahora es nuestra cultura);
  • aburrida , la posición del fin de la historia, el abandono de la gran narrativa, pero también lo que con ello viene, la pérdida de la grandeza;
  • paralizada, desesperada, que vive en un mundo filosóficamente anticuado de sujeto y objeto, consciente de sí misma como sujeto siempre y cuando tenga esperanzas (aquí la esperanza se transformaría en visiones místicas, en un anhelo de un tipo que abre la puerta a una nueva clase de veneno para nuestra civilización: las drogas);
  • segura de sí misma, que renuncia a la Esperanza pero por otras razones que la autocomplaciente, la actitud de los posmodernos, el único dominio felizmente secularizado en el seno de la modernidad (la autocomplacencia sería más bien resignada);

Heller nos da una última y nueva esperanza, una forma racional que debería ser favorecida:

hoffnung-spruecheEn el caso de las esperanzas racionales, la esperanza supone la movilización de nuestras energías, para invertirlas en tareas cuya realización puede o no guiarnos hacia el objetivo deseado, pero sobre las cuales puede afirmarse con una cierta seguridad que no nos llevarán por el mal camino

Es la esperanza de la supervivencia de nuestra cultura. No de la inmortalidad, sino de la longevidad. Pues no olvidemos, regreso a su entrevista en La Repubblica que

«la democrazia da molte parti in Europa è giunta come regalo di eserciti liberatori, non come conquista interna. E se non assimili il regalo ma torni ai secolari istinti d’odio dei nazionalismi, come con quei numeri sulle braccia, prima o poi la Storia ti presenta il conto«

Si no hacemos las cosas bien, al final la historia te pasa la cuenta.

Texto completo aquí

Sobre el pensamiento de Agnes Heller aquí

3 respuestas para “Europa del este presa del odio: refugiados y patologías de Occidente”

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