El Forum de Bonn “Mut zur Erziehung” de Enero de 1978, que confrontó la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt con la teoría clásica alemana de la Bildung, estableció que:
«Las políticas familiares, escolares y universitarias deben lograr que los niños, los escolares y los estudiantes se vean movidos a rebelarse contra lo establecido, contra el orden de valores vigente, contra las estructuras económicas, sociales, jurídicas y estatales y, en general, contra toda tradición excepto la propiamente revolucionaria».
Parece que la sociedad española está más que nunca predispuesta a este tipo de pedagogía. Pues la democracia española está experimentando una transición que debe llevar a término la propia que se aplica a la sociedad que emergió del fin de la dictadura franquista. Lo que ab ovo la crisis y la corrupción han puesto de manifiesto no es el fin a contrario hacia el que debe apuntar este punto de inflexión sino que más bien se muestran como catalizadores de un proceso que debe llevarnos de la infancia a la madurez en el manejo de las libertades.
Y viene al caso la ya clásica, aunque discutida, distinción entre dos sentidos de la libertad que de Isaiah Berlin a Hannah Arendt articulan el trasfondo de la discusión política contemporánea y son de especial relevancia para el caso español y para los partidos políticos, casta o no, que permean el substrato del ágora ibérico. El primer sentido sería el de la libertad negativa que es el propio de la infancia democrática, donde queda patente la importancia de la salida de la dictadura y la aspiración a no ser ni esclavos ni súbditos. Es quizás el mismo sentido que sintieron inicialmente los atenienses al oponerse al imperialismo persa, sentido que pronto se vio superado por el que debe caracterizar la verdadera politicidad del ser humano: el “ir donde desee” (eleuthein hopos ero) o ser dueño de mi destino para construírmelo como mejor pueda (eudaimonía). De la liberty negativa a la freedom positiva, la sociedad española está sintiendo como necesaria esta evolución que empieza a materializarse a partir de los movimientos del 15-M y que implican la inherencia de la participación ciudadana en los asuntos políticos que nunca puede ser accidental como hasta ahora se ha mostrado.
Si hay crisis, lo es sobre todo democrática por este mismo hecho, que para Arendt se plasmaba en tres puntos ciegos:
1- la reducción del ser humano a lo pasivo cuando lo que le caracteriza es la iniciativa y la espontaneidad,
2- la reducción del pensamiento a la eficiencia, a lo material y a la utilidad cuando lo propio es la innovación, el descubrimiento y la creatividad,
3- y por último, la reducción de la ciudadanía al ámbito de lo privado cuando de suyo es la base de lo público y lo externo (qué obtuso parece ahora ese dictamen que caracterizaba la educación para la ciudadanía como intromisión en lo privado, y prueba de lo que decía Hannah Arendt).
La educación por lo tanto tiene mucho que hacer en esta cuestión de la crisis democrática, más cuando parece que las anteriores reducciones afectan al núcleo mismo de los objetivos pedagógicos. Por eso no hay que confundir «educación» con «aprendizaje», pues «one can quite easily teach without educating, and one can go on learning to the end of one’s days without for that reason becoming educated» (H. Arendt, «The Crisis in Education» in Between Past and Future, 1958). El problema añadido de una crisis en educación actual surge además de la falta de sentido común al obviar esa diferencia como es frecuente siempre que se habla de «nativos digitales» o de «ubiquitous learning» (dónde queda la education?).
Por eso es bienvenida la iniciativa de la Unión Europea auspiciada por Luciano Floridi entre otros de elaborar e intentar llevar a la práctica un manifiesto Onlife que asuma la cuestión humana en la era de la hiperconectividad y cuya lectura es altamente recomendable (la traducción al castellano puede consultarse aquí). No olvidemos de los peligros que acechan «la cuestión humana» en esta era de la hiperconexión: cansancio vital, control social, nihilismo, superficialidad.
Termino con una cita de la propia Arendt:
«La educación es el punto en el que decidimos si amamos el mundo lo suficiente como para responsabilizarnos por él y por lo mismo asumimos el salvarlo de esa ruina que sería inevitable si no fuera por la renovación y el advenimiento de lo nuevo y joven. Y educación es también donde decidimos si amamos a nuestros hijos lo suficiente ni para no expulsarlos de nuestro mundo y dejarlos a su antojo, ni para arrebatarles la oportunidad de emprender algo nuevo, algo inédito para nosotros, sino para prepararlos por anticipado en la tarea de renovar un mundo compartido«.
Libertad madura no puede ser entonces otra cosa que participación política, y si la educación quiere estar preparada debe saber accorgersi de este olvido en el manejo de las libertades.
Breve doxografía
– Isaiah Berlin, Two Concepts of Liberty, 1958
– Hannah Arendt, «The Crisis in Education» in Between Past and Future, 1958
– Hannah Arendt, Freedom and Politics, 1960
– Kurt Raaflaub, Zum Freiheitsbegriff der Griechen, 1981
– Hanna Fenichel Pitkin, Are freedom and liberty twins?, 1988
– “The Crisis of Education” Hannah Arendt, written by Torn Halves on October 19, 2012 in education and pedagogy
3 respuestas para “¿Para qué educar? ¿Sabemos a dónde vamos?”